Martín Vizcarra realizó su mensaje a la nación el 28 de julio. (USI)
Martín Vizcarra realizó su mensaje a la nación el 28 de julio. (USI)

La última encuesta de Ipsos para El Comercio confirma el salto positivo en la popularidad del presidente Martín Vizcarra. Sin embargo, un tercio de la población continúa observándolo con desconfianza. Desea tenerle fe y, al mismo tiempo, mantiene las dudas sobre su capacidad para pararse firme de ser necesario.

El mensaje de 28 de julio fue fundamental. Lo recolocó como un mandatario sin miedo a los cambios ni al ejercicio de la democracia directa vía referéndum. “La voz del pueblo es la voz de Dios”, especialmente cuando el pueblo necesita sentir que recupera el control. Y qué mejor momento para reafirmarlo que el post-audios y post-Galarreta.

Claro, el mensaje presidencial no alcanzó para todo el gobierno. Ahí están las tibias cifras que la ciudadanía le otorga al Gabinete. Puntos más, puntos menos… los ministros siguen siendo un grupo de técnicos de trayectoria poco conocida y sin brillo. Esto no debería ser un problema grave si la imagen del presidente continúa fortaleciéndose, algo que ocurrirá si se cumplen dos condiciones.

La primera, que las carteras sean manejadas con eficacia mínima. Cero escándalos, pasos lentos pero seguros y ningún error de aquellos que despiertan los apetitos del Congreso por mociones de interpelación o censura.

Paso dos, que el jefe de Estado mantenga la firmeza de sus propuestas. El principal reto que tiene Vizcarra por delante es la reforma electoral. No hay que ser docto en la materia para entender que tiene que pulir las iniciativas para la no reelección de congresistas y el retorno a la bicameralidad.

Empero, si entiende la agenda que el país reclama, sin titubeos, podría pasar a la historia como el impulsor de los cambios que demanda nuestra débil y alicaída democracia. A no dudarlo.