(Anthony Niño de Guzmán/GEC)
(Anthony Niño de Guzmán/GEC)

La alocada aprobación de la reforma de cinco artículos de la Constitución realizada por el Congreso el domingo por la noche ha dejado en completa indefensión legal a los jueces del Tribunal Constitucional y a los ministros de Estado, quienes podrían ser pasibles de cualquier denuncia o proceso inmediato por personas afectadas por alguna decisión en su sector.

Aparte de que ya tenemos un gabinete poco reactivo, sin mayor brillo, que no estuvo a la altura de las circunstancias para enfrentar la pandemia, tendremos, por obra y gracia del Congreso, unos ministros que no se atreverán a tomar decisiones por temor a ser víctimas de un arbitrario proceso judicial. Es decir, la propuesta de reforma constitucional que, de ser aprobada en esta nueva legislatura, pondría de manera irresponsable a todo el gabinete en el bull de cualquier hijo de vecino que quiera hacer tiro al blanco con el titular del portafolio que le plazca, deja al país en la más completa paralización.

Un proyecto irreflexivo que, por añadidura, alejará a cuanto profesional destacado se le ofrezca ser ministro en este u otro gobierno, ya que, en esa condición, la volatilidad del cargo aumenta sideralmente.

El presidente Martín Vizcarra hizo mal en desafiar populista, extemporáneamente y a toda voz a los representantes, por su resistencia a eliminar la inmunidad parlamentaria, con un referéndum que por ley ya era inevitable, pero la réplica del Legislativo ha sido todavía peor, pues redobló la apuesta populista como si de un juego de cartas se tratara.

El daño a nuestra democracia podría consumarse si los representantes en el hemiciclo no rectifican en esta legislatura lo que han perpetrado hace unos días, al calor de una disputa a todas luces irresponsable e infantil.

Hay congresistas que están planteando que algunos bloques retiren su apoyo a estas reformas, de manera que la eliminación de la inmunidad parlamentaria se vuelva a debatir desde cero. De momento son solo intenciones y ni un grupo ha tomado una posición reflexiva en ese sentido. Lo único cierto es que todo el Perú espera que ambos poderes se dejen de infantilismos personalistas y el Parlamento recupere la decencia y la dignidad archivando estas malhadadas reformas a la Constitución. Basta de populismos: es hora de hacer –o rehacer– los deberes para los que fueron elegidos.