Dando el primer paso adelante en lo que debiera ser la corriente dominante en los partidos políticos, Acción Popular, la organización fundada por Fernando Belaunde Terry, anunció que para los comicios internos que se llevarán a cabo el 2 de noviembre próximo –con miras a las elecciones congresales de enero– se podrán presentar todos los militantes que estén inscritos en el padrón partidario, dando paso principalmente a una nueva hornada de líderes que aspiran a desempeñarse como parlamentarios.

Aunque ello no excluye explícitamente a la plana de cuadros curtidos –exlegisladores o dirigentes de peso y trayectoria, por ejemplo– con que cuenta el partido acciopopulista, la decisión constituye un gesto saludable que debiera ser seguido por medidas similares en los otros conglomerados que participarán en la contienda electoral que se viene, ya que el clamor generalizado apunta a una renovación radical de la clase política en el Perú.

Esta ansiedad de la ciudadanía por encontrar “caras nuevas” en las cuales sea posible depositar la modesta pero íntima confianza que implica el voto popular se ha venido haciendo manifiesta no solo en sucesivos sondeos de opinión, sino a través del rechazo casi visceral por todo aquello que implique o represente volver a los esperpentos y –como bien ha descrito nuestro nobel, Mario Vargas Llosa– pillerías a que nos tenían acostumbrados los parlamentarios fujimoristas y sus serviles aliados en el Congreso disuelto por el presidente Martín Vizcarra.

Como es obvio, apostar por los jóvenes o eventuales “caras nuevas” no debería implicar el ninguneo de la experiencia de tanto ciudadano honesto con auténtica vocación de servicio que, no por ser ajenos al trasiego de partidos o movimientos de la política tradicional, quedarían automáticamente descalificados para la función legislativa. Detrás de un rostro nuevo, también pueden ocultarse ideas y prácticas más antiguas que las cavernas, no precisamente de Platón, tal cual demuestran caras digamos que seminuevas, como las de los neo aliados Verónika Mendoza y Cerrón Palomino, que siguen parapetándose tras recetas tan penosamente viejas y apolilladas como los males que pretenden combatir.

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