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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21Designado por Franco en 1969 para perpetuar la dictadura ("lo he dejado todo atado y bien atado"), Juan Carlos de Borbón tuvo que esperar a la muerte del caudillo en 1975 para asumir el trono y los poderes absolutos con que había sido investido. Para entonces la mayoría de los españoles, en especial los jóvenes, consideraban despectivamente a ese monarca cuarentón impuesto por la dictadura. Era común escuchar en las calles de Barcelona chismes sobre sus aventuras amorosas y anécdotas sobre su extrema frivolidad. No muchos se atrevían entonces a pronosticar larga vida a la monarquía.

En los años siguientes el rey supo, sin embargo, sacudirse del yugo de Arias Navarro y sortear la contradicción entre su lealtad al franquismo y su íntimo compromiso con una monarquía democrática. En esa tarea contó con la invalorable ayuda de su amigo Adolfo Suarez (cuya carrera política tuvo la lucidez de promover), pero fueron su decisión y coraje personales los que consolidaron su figura ante el pueblo español y convencieron a los escépticos de su vocación democrática.

Tuvo ocasión de demostrarlos a raíz de la asonada golpista que intentó el coronel Tejero el 23 de febrero de 1981. En palabras de Javier Cercas: "…si el golpe no triunfó, no fue porque los españoles saliesen a la calle a defender la democracia, como ocurrió el 18 de julio de 1936, sino porque lo impidió la única persona que podía impedirlo: el rey Juan Carlos. O dicho de forma más clara: que yo sepa aquella noche en España nadie se hizo monárquico, pero casi todos nos hicimos como mínimo juancarlistas".

En todo caso, el pesimismo en torno al futuro de la monarquía, gracias a la infanta Cristina y a la crisis del 2010, vuelve a acrecentarse. Los republicanos se manifiestan por miles en la Puerta del Sol y por centenares de miles en las redes sociales reclamando un referendo para decidir el futuro de una convulsionada España.