Magistrado del Tribunal Constitucional (TC), José Luis Sardón. (GEC)
Magistrado del Tribunal Constitucional (TC), José Luis Sardón. (GEC)

El intento de descalificar al magistrado TC Sardón por su pasada vinculación a un proyecto tan diáfano como Reflexión Democrática (RD) ha sido la última y más seria metida de pata del fiscal Pérez; incluso tal vez esta sea la gota que colmó el vaso. Aquí se han mezclado revanchismo por atribuirle a Sardón la liberación de Keiko, prepotencia al citarle sin ni siquiera ponerle al tanto del tema central a tratar y una narrativa manifiestamente sesgada a los medios de prensa tras el interrogatorio. Tal como el apoyo a Hugo Coya por su desquiciada destitución fue unánime entre tirios y troyanos, el rechazo de lo hecho por Pérez a Sardón ha coincidido entre todos los medios (hasta La República se tuvo que tirar atrás), columnistas (desde este servidor hasta RMP y AAR, aunque ha habido varios cobardes calladitos) y periodistas (salvo Chincha, que se la jugó 101% por Pérez en su ya tristemente célebre entrevista televisiva a Sardón. Hasta Mávila fue mucho más neutra con Élice). Si ya Pérez había logrado que muchos de sus simpatizantes mediáticos le comiencen a retirar su apoyo por su rocambolesca, populista, abusiva y orate incursión en las oficinas de Confiep en pleno CADE, ahora sí que ya existe un unísono convencimiento –todavía limeñamente muy sotto voce– entre la sociedad y la prensa (al margen del color político) de que ya toca un relevo de Pérez por alguien más sensato, menos mediático y sin tan evidentes odios políticos, pues si no, la lucha anticorrupción va a terminar desprestigiada y sin legitimidad.

Cierto es que el temerario Pérez aún goza de bazas muy fuertes a su favor: una alta popularidad en encuestas, el apoyo de la ONG más poderosa del país y jefes (Zoraida y Vela) que no se atreven a cuestionarle. Pero ya dejó de ser el héroe mítico y la tarjeta roja asoma.

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