Rápido, simple y sin dolor. (Foto: AFP)
Rápido, simple y sin dolor. (Foto: AFP)

Así definió Pedro Sánchez los 17 segundos que le tomó prometer su cargo ante el rey de España. El rey le aclaró que “el dolor viene después”, aunque no dijo si para Sánchez o para el país. Hay muchas dudas sobre el nuevo gobierno.

Primero, porque por mucho que haya intentado convencer de que su gobierno representa “lo que los ciudadanos quieren”, no deja de ser una frase hueca, que revela su forma de manipular la verdad. Lo objetivo es que se ha alzado al puesto, con apenas un voto de diferencia.

Segundo, porque instala un gobierno de coalición, no con cualquier partido, sino con uno, cuyo máximo líder, Pablo Iglesias, le quitaba el sueño al propio Pedro Sánchez apenas ocho meses atrás.

Parece que el líder socialista superó sus problemas de sueño (algunos dirán que de vergüenza) porque, al día siguiente de ganar pobremente las elecciones, se lanzó en brazos de “Unidas” –así, en femenino– Podemos. Esa volatilidad del presidente, esa alianza con los pretendidos antisistema que, puestos a cruzar la raya de lo que despreciaban, no tienen reparos en colocar en el gobierno al líder y a su esposa (¿lo habría tildado de nepotismo Iglesias cinco años atrás?), y causan temor, al menos en la mitad de la ciudadanía.

Pero lo peor, lo más difícil de comprender, ha sido esa entrega de Sánchez al independentismo catalán. Es una unión “contra natura”, cargada de odio, desprecio y ataques a la Constitución. Que Sánchez se la juegue con ellos puede ser un acto de osadía o –más bien– de obcecación. El tiempo lo dirá. Pero la Constitución es la que manda: estamos ante un gobierno legítimo. Con dudas sobre su futuro, pero es el que los representantes del pueblo han decidido. ¡Viva la Constitución!

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