No podemos culpar al presidente por contar con apenas 100 camas UCI al inicio de la pandemia, pero sí por haber gastado apenas el 34% del presupuesto en salud hacia julio.
No podemos culpar al presidente por contar con apenas 100 camas UCI al inicio de la pandemia, pero sí por haber gastado apenas el 34% del presupuesto en salud hacia julio.

Sin duda, este será el peor año para el Perú en el último siglo, debido a que hasta el momento tenemos la mayor cantidad de contagiados de COVID-19 del mundo, medido por millón de habitantes (8,824), y nuestra economía se contraerá en 13.9% (FMI), siendo la segunda más afectada de la región.

Si teníamos una envidiable solidez macroeconómica y fuimos de los primeros en reaccionar con una cuarentena, ¿por qué los resultados son tan malos? Algunos explican el desastre sanitario con la “desobediencia” de ciertos peruanos vinculados a la economía informal que no respetaron el aislamiento. Lo cierto es que se está dejando de lado al gran protagonista de la película: al Ejecutivo de Vizcarra.

No podemos culpar al presidente por contar con apenas 100 camas UCI al inicio de la pandemia, pero sí por haber gastado apenas el 34% del presupuesto en salud hacia julio o por haberse demorado semanas claves en desplegar una estrategia de triaje y seguimiento en mercados. Este gobierno ya venía con problemas de gestión y en estos meses no pudo revertir esta falencia.

Sobre el desastre económico, el gobierno la viene embarrando desde el año pasado. Basta con recordar que se dejaron de ejecutar S/5,600 millones de inversión pública; se postergó Tía María, tirando al tacho US$1,400 millones de inversión y 9,000 empleos directos, y Proinversión pasó de adjudicar 22 proyectos en 2018 a apenas ocho en 2019.

Efectivamente, la cuarentena evitó miles de muertes, pero el costo de vidas y económico pudo ser menor si se hubiera cumplido a tiempo lo planificado. Considerando los hechos, hay pocos motivos para pensar de forma optimista.

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