(USI)
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Abrumados por los audios y destapes en torno a la hecatombe de nuestro sistema de administración de justicia, el miércoles escuchamos al presidente Martín Vizcarra y nos quedamos con la idea de que el gobierno estaba convocando a una comisión de notables para proponer la reforma de este aparato en crisis.

Es más, él enfatizó en su declaración que su gobierno “emprenderá una reforma que permita construir un sistema judicial eficaz, oportuno, transparente, eficiente e incorruptible”.

Pero ayer, el ministro de Justicia, Salvador Heresi, se encargó de desarrollar una frase que en la alocución presidencial habíamos pasado por alto: “Impostergable reforma política del Estado”.

Así, Heresi explicó largamente que la decisión del Gobierno era aprovechar esta situación de crisis para hacer algo en beneficio del país, es decir, reformas institucionales integrales que incluso comprenden el sistema electoral y los partidos políticos.

Es más, invocó al Congreso a comprometerse en este camino, especialmente a la bancada en mayoría, y dijo que si el Ejecutivo no veía en el Parlamento la voluntad de hacerla, plantearían el referéndum para aprobar “una reforma política integral”.

Nos preguntamos, entonces, dónde quedó la urgencia, dónde quedó el planteamiento de enfocarse en el ataque y búsqueda de salidas a esta deplorable situación en el sistema judicial que nos indigna a todos.

Puede ser que haya buenas intenciones en el deseo de plantear una reforma estructural, larga y ambiciosa, pero, así, el Ejecutivo se está perdiendo la oportunidad de mostrar liderazgo en el ataque a un problema concreto y parece que no entiende las posibilidades reales de llegar a consensos necesarios para diseñar soluciones.

Una muestra es que el reclutamiento de notables no ha sido fácil y no por ausencia de personalidades dispuestas a aportar con experiencia y conocimiento. Ayer, la presentación de dicha comisión no se dio a la hora anunciada. Más de un convocado debe haber pensado en lo que arriesga, pues en menos de 15 días no es fácil trabajar en una propuesta seria de lineamientos generales para una gran reforma institucional y hasta constitucional.

Así las cosas, corremos el riesgo de caer en declaraciones líricas y buenos propósitos. Más de lo mismo.

No olvidemos a Eyvi Ágreda y Juanita Mendoza, víctimas del odio y el machismo.

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