Qué verde era mi bosque. (Foto: AFP / Video: NASA)
Qué verde era mi bosque. (Foto: AFP / Video: NASA)

Las imágenes de la Amazonía brasileña en llamas que están dado la vuelta al mundo y sobre todo las fotografías de la NASA no deberían dejar indiferente a nadie en el Perú, por muy frías y lejanas que (todavía) parezcan. En nuestro país tenemos también razones para alarmarnos. No necesariamente porque ese fuego vaya a cruzar la frontera, sino porque tenemos nuestros propios incendios que apagar.

La Amazonía peruana alcanzó en 2018 un récord sin precedentes de deforestación: 9,000 hectáreas perdidas de bosque, repartidas en las regiones de Loreto, Ucayali, San Martín y Madre de Dios. Si bien la agricultura migratoria y la pequeña ganadería tienen importante incidencia en estas cifras, la tala indiscriminada y la minería ilegal se vienen extendiendo peligrosamente, llegando a amenazar incluso a santuarios ecológicos como el de Tambopata, víctima de una contaminación galopante por el mercurio que usan los buscadores de oro.

Y tanto como la minería ilegal, el narcotráfico también incide en la deforestación. La producción de cocaína también destruye bosques y tierras dejándolas estériles, como se ha visto en las selvas colombianas y bolivianas.

En el bioma amazónico hay más de 30,000 especies de plantas vasculares, incluyendo hasta 10 mil especies de árboles, de los que 2 mil fueron clasificados como alimentos, medicinas y para otros fines; unos 2.5 millones de especies de insectos, 2,500 especies de peces, más de 1,500 especies de aves, 550 especies de reptiles y 500 especies de mamíferos, según la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). ¿Qué estamos haciendo para proteger esa área fundamental del planeta? El desastre evidencia que falta una real política panamazónica que se refleje en acciones efectivas de control y vigilancia de los Estados. Esta no puede dejarse en manos de voluntarios y ONG.

La iniciativa del presidente Martín Vizcarra y su homólogo colombiano, Iván Duque, sobre la urgente necesidad de coordinar acciones regionales para la protección de la Amazonía y consolidar políticas de aprovechamiento sostenible, es un paso adelante, al que mandatarios de otros países deberían responder en el más corto plazo.

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