"La Constitución es, en definitiva, el texto que debe materializar el concepto de Estado y la base legal sobre la cual se construye el país que queremos", sostiene De Belaunde. (@photogec)
"La Constitución es, en definitiva, el texto que debe materializar el concepto de Estado y la base legal sobre la cual se construye el país que queremos", sostiene De Belaunde. (@photogec)

Las manifestaciones tras la vacancia han puesto en escena a una nueva generación de ciudadanos, hartos de la forma en que se manejan las cosas en nuestro país y dispuestos a tomar cartas en el asunto. Como lo han señalado ellos mismos, buscan la renovación integral de una política que no los representa.

Por eso, tras haber logrado recuperar la democracia, la pregunta es: ¿cuál es el siguiente paso? Todavía es necesario asegurar justicia y reparación frente a lo ocurrido, pero también existe la interrogante de qué medidas impulsar para que los cambios sean verdaderos. En esa línea, uno de los temas que ha entrado en discusión en la opinión pública es la necesidad de realizar reformas a la Constitución o, incluso, la posibilidad de convocar a una asamblea constituyente para escribir una nueva, como ha sucedido en Chile.

Si bien siempre he creído que las reformas deben ser puntuales y dentro del cauce institucional establecido por la propia Constitución (a través del Congreso o vía referéndum), reconozco que este es un debate cuyo desarrollo es sano e importante. La Constitución es en definitiva el texto que debe materializar el concepto de Estado y la base legal sobre la cual se construye el país que queremos.

Sin embargo, es fundamental que esta discusión no se limite simplemente a decir sí o no a una nueva Constitución. Se debe analizar qué mejoras concretas uno considera que se deben hacer y decidir inteligentemente cuál es el mejor camino para lograr esos cambios. En ese sentido, hay varios puntos de nuestro sistema constitucional sobre los cuales reflexionar.

Probablemente la más urgente es la reforma del sistema político. El nuestro es un modelo presidencialista con similitudes al semipresidencialismo francés, en el cual el Congreso ejerce un control político constante del Consejo de Ministros. Sin embargo, nuestros mecanismos constitucionales han sido abusados en los últimos años y el frágil equilibrio de poderes en el Perú hoy está roto. Es necesario regular o repensar, cuanto antes, elementos como la censura de ministros, el voto de investidura, la cuestión de confianza, la disolución del Congreso y, especialmente, la vacancia presidencial.

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Asimismo, debemos reformular la composición del Congreso de la República, institución central en nuestra democracia representativa. Mejorar el Parlamento pasa, inevitablemente, por restablecer la bicameralidad y mejorar el sistema de representación. Se necesita, en mi opinión, un Congreso con una cámara baja de distritos electorales pequeños –lo cual permite una fiscalización ciudadana directa– y un Senado reflexivo nacional –que refleje fielmente el caudal electoral de cada fuerza política– para impedir mayorías desproporcionadas y moderar el accionar del Congreso.

Otro aspecto que genera discusión es el rol del Estado en la economía. Existe una vieja fijación de algunos sectores políticos sobre el capítulo económico como razón para pedir una asamblea constituyente, pero aún no se han planteado detalles concretos que deberían modificarse. ¿Cuál es el papel que queremos que cumpla el Estado en el mercado y cuáles artículos son los que se supone impiden eso? Este debate, si quiere ser sincero, no puede dejar de reconocer la importante estabilidad económica alcanzada por el país en estas décadas bajo el marco actual.

Con estos puntos quiero remarcar que el debate sobre la Constitución debe ser el inicio de una discusión integral, que debe ser llevada de manera profunda, responsable y lo más aterrizada posible.

Si bien asoma un ánimo constituyente en la ciudadanía peruana, a diferencia de Chile aquí no existen aún actores y espacios políticos que encarnen totalmente el espíritu de las protestas. Una asamblea constituyente convocada el día de mañana estaría conformada por los mismos espacios políticos hoy cuestionados. La medicina, mal aplicada, podría ser peor que la enfermedad.

Por eso, lograr una Constitución distinta –ya sea nueva o con importantes reformas– será posible solo a través de un debate serio, alejado de los extremos, y como parte de un esfuerzo de largo aliento. La Constitución no va a cambiar automáticamente la forma de hacer política en el país, es más bien esta nueva política la que deberá eventualmente consolidarse en la Constitución.

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