Qué manera de subir... qué manera de bajar

“El Perú tuvo ingresos extraordinarios durante un tiempo. Algo ahorramos. Pero qué manera de dilapidar el dinero”.
(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)

Para Pelé, el rey del fútbol era Garrincha. Fue el mejor jugador por la banda derecha. Quebraba a los defensas, podía retener la pelota toda una vida y, claro, metía goles o los asistía. Al empezar el Mundial de Chile en 1962, los checos lesionaron a Pelé. Brasil fue campeón del mundo sin Pelé porque tuvo a Garrincha. Él puso la magia que faltaba. Por eso Pelé le quería. Mucho tiempo después, una noche de carnaval en Río, Garrincha presidía una escuela de samba. Es una tradición reservada a los dioses del fútbol. Se vistió de selección y se colocó en lo alto de un carro con la alegoría de la copa del mundo de entonces. Pero no bailó ni saludó ni nada. Permaneció sentado con la mirada ida. Está borracho, está drogado. Nada de eso. Hacía tres días había salido del hospital. Había pasado horas tomando solo agua, esperando el desfile. Necesitaba el dinero que le pagarían. Cuando pasó por el palco, Pelé lloró. Quiso evitarle la humillación, pero el contrato exigía que Garrincha continuara todo el espectáculo. Organizaron colectas para ayudarle. Tres años después moría destruido por el alcohol. Pero esa noche había muerto de frustración.

No fue la única estrella que dilapidó lo que ganó. Es que manejar dinero no es fácil. Si nos dan un sueldo extra, sabemos qué hacer. Si nos dan un año de sueldo extra, sabemos qué hacer. Pero si de golpe ganamos como 10 o 100 años de sueldo, la cosa se complica. No sabremos bien qué hacer. Incluso si lo depositamos en el banco para vivir de los intereses, con el tiempo irá perdiendo su valor. Para gastar bien e incrementar el dinero se requiere asesoría especializada. Y no marearse por la fortuna repentina. Y tener disciplina para no consumir el presente. Y mucha visión para construir el futuro.

A los países les puede pasar lo mismo. El Perú tuvo ingresos extraordinarios durante un tiempo. Socorrimos algunas carencias y algo ahorramos. Pero qué manera de dilapidar el dinero. El presupuesto creció cuatro veces en 20 años. Todo se fue en burocracia, no en servicios de salud o educación. No supimos gastar, cientos de obras públicas están paralizadas. Nos dejamos robar por la corrupción. Para afrontar la epidemia consumimos lo ahorrado. El Estado ya no podrá ayudar, tendrá que pedir más impuestos aunque haya recesión.

Volveremos, como país, a vivir del día a día y de deuda. Quizá la escasez nos enseñe a hacer bien las cosas. Será una segunda oportunidad. Pero esta vez seremos veteranos sobrevivientes. Si aprendimos la lección, saldremos adelante. Si aprendemos.

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