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Redacción PERÚ21

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Lucía de Althaus,Opina.21

David Grossman, escritor israelí, dijo recientemente en un conversatorio literario que uno de los momentos más difíciles de su vida fue cuando tuvo que contarle a su pequeño hijo sobre el Holocausto. Tener que irrumpir en las almas puras de los niños contándoles tremendo horror del que somos capaces los seres humanos es como romperles el corazón con la sensación de que ya nunca van a ser los mismos. Semejante situación ocurriría al explicarle a un niño de raza negra que los blancos los usaban de esclavos, o a un niño de raza china que en el Perú eran traídos como mercadería para ser vendidos durante la Colonia. Si bien vivimos en tiempos mejores, de mayor igualdad y respeto, estas heridas se reviven cada vez que se lo contamos a un niño. Y observar esas realidades a través de los ojos desconcertados e interrogantes de un niño nos da la oportunidad de conectarnos nuevamente con el dolor de aquellas personas que sufrieron esas desgarradoras discriminaciones, para no olvidarnos y no repetir. La historia nos enseña, y la pureza de los niños, también.