¿Pueden las élites salvar al Perú?

"La historia muestra que las élites, cuando actúan con visión, pueden ser fuerzas de rescate. En el Perú las élites se beneficiaron del crecimiento económico sin preocuparse de fortalecer el Estado. Hoy, sufren las consecuencias de ese descuido", sostuvo Felipe Morris.

Como la élite empresarial formal está sola, aislada social y territorialmente, y sus gremios difícilmente representan al empresariado nacional o al país en su conjunto, es poco lo que puede lograr independientemente. Por ello la importancia de unirse con otras élites, dijo el economista. (Imagen generada por ChatGPT de OpenAI)

Actualización 13/05/2025 – 2:36

El Perú atraviesa una crisis que ya no es solo política: es también institucional, territorial y moral. A la degradación del sistema —con presidentes fugaces, congresos impresentables y partidos fantasmas— se suma ahora un fenómeno aún más corrosivo: el avance del crimen organizado y las economías ilegales que capturan regiones enteras. El Estado se deshace y nadie está al mando. El país se desmorona entre políticos deleznables, mafias crecientes y un Estado incompetente paralizado, corroído desde adentro, y desafiado desde fuera.

En este escenario, cabe una pregunta incómoda: ¿pueden las élites del país jugar algún rol para evitar el colapso? La respuesta es sí, pero solo si trabajan unidas. Algunos piensan que basta con la élite empresarial, pero los grandes empresarios por sí solos, no lograrán mucho. El problema es profundo, ya que la idea del “empresariado” como bloque unificado es una ficción. Más del 90% de los negocios del país son microempresas informales. La élite empresarial formal representa una fracción mínima, sin legitimidad social ante el Perú real, sin voz ante la informalidad, y sin articulación con las regiones. Esa fragmentación debilita cualquier intento de liderazgo colectivo, limitando su capacidad para impulsar reformas o generar consensos.

Como la élite empresarial formal está sola, aislada social y territorialmente, y sus gremios difícilmente representan al empresariado nacional o al país en su conjunto, es poco lo que puede lograr independientemente. Por ello la importancia de unirse con otras élites: la tecnocrática, académica, profesional, gremial y mediática. Sectores que, aunque no controlan el poder político formal, conservan influencia económica, técnica, simbólica o comunicacional.  Deben unirse y actuar ahora, para evitar llegar tarde.

La historia muestra que las élites, cuando actúan con visión, pueden ser fuerzas de rescate. En el Perú las élites se beneficiaron del crecimiento económico sin preocuparse de fortalecer el Estado. Hoy, sufren las consecuencias de ese descuido. Entonces, ¿qué pueden hacer? Estamos ad portas de una elección nacional con poco margen para proponer reformas políticas o sea que lo único que nos queda en el corto plazo es convencer a los partidos políticos serios que se agrupen en alianzas para impedir una repetición del pasado reciente, y para que presenten al Congreso candidatos preparados y honestos, facilitando así la gobernabilidad. Los plazos se acortan. En paralelo se debe financiar medios y centros cívicos independientes, ayudar a promover educación cívica a nivel nacional, presionar por reformas políticas reales, y tender puentes con otros sectores (emprendedores informales, universidades, y jóvenes, entre otros). Pero sus efectos tomarán tiempo.

Debemos evitar que el país caiga en manos de los extremos, de los mafiosos o de los caudillos autoritarios, debilitando nuestra ya endeble democracia. El vacío ya no es solo político: es nacional. Y el tiempo para llenarlo se está acabando. Es responsabilidad de todos tomar acción y exigir un cambio, que ojalá llegue en 2026. Después de todo nos cayó del cielo tener un papa peruano.

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