(Difusión)
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Populismo: “tendencia política que dice defender los intereses del pueblo” (la cursiva es mía). Hoy convertido en un término peyorativo, se inició en 1870 para resaltar la importancia de que los intelectuales fueran reemplazados por quienes aprendieron del pueblo.

La sabiduría popular existe y se debe respetar. Muchas curas provienen de hierbas medicinales y de tratamientos caseros. Pero, si contamos con los recursos para recibir la mejor atención, difícilmente confiaremos en cataplasmas para curar un cáncer o una infección grave.

En política ocurre algo similar: creemos que la democracia es la mejor forma de gobierno y la evidencia lo ha demostrado, a pesar de que dista de ser perfecta; es necesario entender que la democracia no puede ni debe (tal vez exceptuando Suiza) ser utilizada como un mecanismo en el cual todas las decisiones deben ser tomadas mediante consulta directa al pueblo. Así como se elige al gerente de una empresa, cuando se elige un gobierno, se asume que este tiene la capacidad de tomar ciertas decisiones sin necesidad de mayor consulta, salvo escasas excepciones. Sin embargo, la tentación mayor no es recurrir a la consulta formal y ordenada de un referéndum, sino asumir clamor popular temporal como una expresión de la sabiduría del pueblo.

Cuando el pueblo vota contra la reelección, no es porque crea que es poco eficiente; es porque odia a Mamani, Becerril y Vilcatoma. Cuando reclama la pena de muerte, no es por estudios que demuestran que es una solución, sino porque siente impotencia. Cuando pide precios controlados, es porque cree que dispondrá de abundancia de bienes.

Cuando piensa en la reelección, olvida el daño demostrado y la corrupción que engendra. Aún con el 60% de popularidad.

La memoria es frágil y tenemos derecho a soñar.

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