[Opinión] Gonzalo Elías: “La dosis mínima terapéutica”
[Opinión] Gonzalo Elías: “La dosis mínima terapéutica”

Soy un gran creyente de la dosificación, de que “lo que mata no es el veneno, sino la dosis”, como dice el refrán. En este caso, me voy a referir a los fármacos. Los psicólogos trabajamos de la mano con psiquiatras y neurólogos, porque, en algunas ocasiones, la combinación de psicoterapia con psicofármacos es buena. Yo vengo de una formación que no es muy amiga de las pastillas, y sigo creyendo que hay que tener cuidado y un manejo prudente de ellas. No obstante, en los últimos años, sobre todo con los fármacos de última generación, he visto grandes avances. Menos efectos secundarios, tolerancia (necesidad de incrementar la dosis), y dependencia. También he visto una “democratización” de los psicofármacos; precios más accesibles y productos genéricos de calidad que ayudan a muchísima gente en nuestro país.

Ahora bien, sigo pensando que los fármacos solo hay que usarlos cuando son necesarios y en la dosis correcta, no solo por los efectos secundarios posibles y la falta de seguimiento que existe en el proceso de dejar la medicación (aspecto que tiene que mejorar por parte de los psiquiatras en mi opinión), sino porque la idea es ir más allá del síntoma, entender y resolver lo que está debajo de los síntomas. Cuando el síntoma es muy intenso, es bueno disminuirlo y no sufrir en exceso, pero a la vez son los síntomas los que nos dan las pistas para entender lo que está detrás.

Es sobre este último punto que quiero poner el énfasis en esta ocasión. Repito, desde mi punto de vista, la medicación puede ser buena y beneficiosa si es llevada con prudencia y moderación, pero hay dos puntos que observo en la práctica que deben mejorar y que ustedes, los usuarios, deben tener muy presentes: la búsqueda rigurosa y consciente no solo del fármaco correcto, sino de la dosis correcta, y un seguimiento más dedicado durante el proceso de descontinuación.

La “dosis mínima terapéutica” es lo que se suele recomendar en cuanto a la cantidad de un determinado fármaco para un determinado usuario, por ejemplo: “Dos aspirinas si te duele la cabeza y eres un adulto”. Pero esto puede variar (a veces con una basta) y, sobre todo en el caso de los psicofármacos, es muy importante que exista una observación conjunta entre el paciente, el psicoterapeuta y el psiquiatra, para que cada persona –que es única e irrepetible– utilice la que sea realmente SU dosis mínima terapéutica. Tanto el exceso como la insuficiencia son malas.

El paciente, el terapeuta y el psiquiatra son tres personas que deben ir en el mismo coche, pero debe ser el paciente el piloto, el que observe su cuerpo, y al que nosotros escuchemos con atención.