[Opinión] Yesenia Álvarez: “Condenar la violencia  como medio de reclamo”. | Foto: Julio Reaño / @photo.gec
[Opinión] Yesenia Álvarez: “Condenar la violencia como medio de reclamo”. | Foto: Julio Reaño / @photo.gec

En este doloroso momento que atraviesa el país se pude tener la honestidad para reconocer que en las manifestaciones hay un reclamo legítimo por la ineficiencia, la indolencia y la corrupción del Estado que ha abandonado a sus ciudadanos en derechos básicos. Sin embargo, también hay que tener la honestidad para reconocer que un componente esencial y visible de la protesta está aprovechando este descontento para operar con violencia. Sentir empatía con las personas fallecidas no se contradice con reconocer que hay acciones subversivas toleradas por una narrativa que justifica la violencia como medio de reclamo.

Y hoy, para muchos peruanos es difícil pronunciarse con contundencia y sin tibieza contra ese uso de la violencia como forma de “hacer política”. Se puede observar que la estrategia de “no terruquear” ha logrado inhibir la condena de actos violentos que merecen al menos reflexionar si son o no actos terroristas, porque quemar comisarías y patrullas con policías adentro no es una forma de hacer política, y es válido reflexionar que si no es terrorismo al menos se le parece mucho.

Detienen a una organizadora de las protestas violentas por financiarlas y que ha estado en prisión por terrorismo, pero no quieren que se sospeche que hay allí una conexión con el terror. En redes, algunos azuzadores ruegan descaradamente por más personas fallecidas para que se justifique la caída del gobierno; otros promueven la idea de que las Fuerzas Armadas y policiales son siempre enemigas del pueblo, muchos alientan a quemar Lima y atacar ciertos distritos para confrontar a peruanos contra peruanos, y los estudiantes de una universidad no son capaces de condenar que uno de sus huéspedes manifestantes diga que “derramar sangre es un honor”.

Es desolador que hayamos permitido normalizar la violencia como medio de reclamo y que no se repruebe al unísono los discursos proviolencia. Ojalá se pueda separar a esos grupos violentos que usan el descontento social para su agenda política y que quieren la destrucción del Estado de derecho, y que después de eso podamos empezar a dialogar y hacer política como se debe. Pero como señala Óscar Sumar en Gestión (14/01/23), eso solo será posible cuando “los radicales tengan el lugar que verdaderamente se merecen, que es la cárcel o –por lo menos– un lugar muy lejos de la política”.