Propiedad Universal: una idea atrevida y revolucionaria. REUTERS/Christian Hartmann
Propiedad Universal: una idea atrevida y revolucionaria. REUTERS/Christian Hartmann

En 1976, el gobernador de Alaska, Jay Hammond, creó el Alaska Permanent Fund, un fondo que recauda recursos de la explotación petrolera bajo la idea que la riqueza petrolera pertenece a todos los residentes y estos deben recibir dividendos anuales por su explotación.

El fondo es permanente, pues parte del dinero recaudado se invierte para favorecer a futuras generaciones que recibirán los beneficios de la explotación petrolera cuando concluya.

No es propiedad privada ni pública. A diferencia de la pública, las rentas pertenecen a los ciudadanos, no al gobierno y difiere de la privada, en que este derecho no puede ser transado, poseído por corporaciones o concentrado en pocas manos. Es propiedad universal, individual, inalienable y perfectamente igualitaria.

La idea es que los recursos de la naturaleza sean tratados como una herencia común, de modo que quienes se beneficien explotándolos, paguen de acuerdo con su uso (regalías deducibles) y lo recibido sea abonado igualitariamente entre todos los ciudadanos.

De implementarse la propiedad universal en una escala significativa (explotación de recursos naturales), serviría para inocular contra la extrema desigualdad y proveería de una fuente sólida para generar un ingreso básico universal, que no dependa de la tributación redistributiva ni del Estado (fuente de corrupción y clientelismo).

La propiedad universal es una idea revolucionaria, pues no es capitalista ni socialista: es las dos. Ayudaría a avanzar en igualdad y libertad trayendo a todos los ciudadanos a un punto común como copropietarios de nuestros recursos, tendiendo puentes en eso que hoy nos separa.


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