Trotsky y el mercado
Trotsky y el mercado

Acabo de ver la serie rusa de Netflix sobre Trotsky. No se la pierdan. Frente a la imagen de personaje benevolente y dialogante, paladín de la revolución permanente y antiburocrática que nos presentaron algunos intelectuales marxistas, la serie muestra a un psicópata que simplemente perdió la partida frente a Stalin.

Dos recuerdos me vinieron a la mente. Primero, el de la compañera de trabajo que tuve en la Secretaría de Hacienda de México, allá por 1980; la economía mexicana se estaba sobrecalentando –con el boom petrolero el gasto público avanzaba imparable–, por lo que tuvimos una discusión sobre políticas de estabilización para controlar la inflación y el déficit externo: ¿qué era más eficaz, la política monetaria o la fiscal? Para abundar en el tema, ella tuvo la idea de buscar en la biblioteca el film (todavía no había videos) del famoso debate sobre el tema, en 1968, entre Milton Friedman y Walter Heller (el que fue asesor económico de Kennedy). Lo pudo conseguir y, unos días después, nos reunimos un pequeño grupo para, con la ayuda de un proyector, visionarlo y después comentar los méritos relativos de ambos enfoques, keynesiano el de Heller y monetarista el de Friedman. En algún momento critiqué a mi compañera su excesivo entusiasmo por al activismo estatal y su poca confianza en el mercado y, en esto, otro de los asistentes dijo “debe ser porque es pariente de Trotsky”. Ante las risas, lo tomé por supuesto como chiste.

Unos meses después, fui a visitar la casa museo donde vivió Trotsky en Viena 45, Coyoacán, y me topé, en una de las salas, con un árbol genealógico en la pared, que, por la broma reciente, inmediatamente despertó mi curiosidad, y donde constaté que el hijo de una de las hijas de Trotsky –Zenaida– se llamaba Esteban Volkow, precisamente el apellido de Natalia que, efectivamente, resultó ser la bisnieta.

El segundo es sobre Abba P. Lerner. Fue uno de los economistas geniales del siglo pasado y sin duda uno de los más excéntricos. Defendía la libertad individual y el libre mercado en cuanto a asignación de recursos, pero, a la vez, era crítico de las desigualdades en la distribución del ingreso que resultan del capitalismo. En los años 30 propuso, junto con el economista polaco Oskar Lange, un modelo de economía de mercado en todo salvo en el capital que sería propiedad social. Algo que luego se implantó en la Yugoeslavia de Tito y que, si se compara con los resultados de la planificación central férrea de otras economías del Este, tuvo relativo éxito.

Lerner tuvo la extravagante idea de convencer a Trotsky de las virtudes de su socialismo de mercado. Así que, ni corto ni perezoso, emprendió viaje en su carro a México para tratar de reunirse con él. Tuvo éxito; consiguió dos entrevistas, que están documentadas tanto en los archivos de la Fundación Trotsky como en el expediente de Lerner en la Library of Congress. Esta última fuente consiste en una carta que envió a Lange, fechada el 31 de agosto de 1938. Cuenta Lerner que lo del mercado y el mecanismo de precios, a Trotsky le pareció un prejuicio anti-dialéctico, aunque reconoció su entusiasmo por el argumento de Lerner de que el mercado, al proporcionar reglas y limitaciones de actuación, recortaba el poder de la burocracia y el peligro de que esta se consolidara como casta.

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