Programa Splash. (Facebook)
Programa Splash. (Facebook)

Dice Fernando Savater que educar es formar ciudadanos, no solo empleados; capaces de comprender al otro, de ser solidarios, de persuadir y de ser persuadidos, de constituir un electorado informado que elija bien a sus gobernantes y los fiscalice. Para otro filósofo, Antonio Escohotado, la riqueza de un pueblo la hacen no el petróleo o los diamantes sino la educación cívica: no robas, aunque puedas; cuando pasas por la calle, si la acera es estrecha, te bajas para dar preferencia al otro transeúnte; das las gracias cuando te traen la factura de una compra y así. Este es el objetivo del programa Splash –palabra del inglés que significa salpicar–, que viene funcionando en Perú desde 2016: promover el civismo y la solidaridad.

Un equipo de estudiantes del colegio Montessori de Piura se organiza para desarrollar cultivos de hortalizas en bateas de plástico reciclado y con riego de agua de mar desalinizada. Se ponen en contacto con los alumnos de un colegio estatal de Paita para juntos poner a prueba un proyecto piloto y luego replicarlo en otros colegios. Otro grupo de alumnos de un colegio en Lima decide alegrar el día a los niños que acuden los sábados a la consulta en el Hospital Rebagliati. En las salas de espera, instalan módulos de pintura, lectura y juegos. Movilizan los recursos con colectas de juguetes, libros y dinero entre los niños de su colegio. Un tercer grupo de un colegio público en La Oroya se organiza para promover la vacunación de perros. Para empezar, consiguen una dotación de vacunas visitando a varios veterinarios; pertrechados con estas recorren plazas y parques para convencer a los propietarios de perros para que los vacunen. Luego, con las propinas que reciben por el servicio, financian una campaña para promover la higiene y la importancia de lavarse las manos entre los niños de quince colegios rurales.

El programa Splash convoca todos los años a colegios para que constituyan uno o varios equipos de alumnos interesados que, bajo la supervisión de un consejero –profesor o padre de alumno– y siguiendo las instrucciones del manual Splash, identifican y desarrollan, durante cuatro meses, proyectos sociales en los campos de bienestar, educación, medio ambiente y servicios. Splash lo fundó Fina Camet en 2016, quien lo administra con un pequeño grupo de colaboradores dentro de un escasísimo presupuesto aportado exclusivamente por privados. En 2018 participaron 47 colegios, con un total de 121 equipos (49 de provincia) y 1,121 alumnos participantes o splashers.

La participación es gratuita. Los logros de cada proyecto entran en un concurso cuyos méritos evalúa un directorio que elige a los ganadores en cada categoría y al vencedor absoluto. A los splashers de este último equipo se les obsequia un viaje académico-cultural al extranjero. En 2018, ganó un equipo que puso en práctica un programa nutritivo para combatir la anemia en un colegio de Carabayllo. En 2017, los vencedores ayudaron a una comunidad a desarrollar un negocio de cría y comercialización de cuyes. En 2016, el ganador fue un colegio público del Rímac que estableció un club de ancianos donde se proyectaban películas y los entretenían con trabajos manuales y gimnasia mental.

Los splashers entienden mejor que nadie aquella famosa frase de Kennedy: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; sino lo que tú puedes hacer por tu país”.

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