El rebote de un perro muerto. (EFE)
El rebote de un perro muerto. (EFE)

Dos pesos pesados acaban de publicar sendos artículos que les emplazo a leer; el ex banquero central William White escribe: Malos presagios financieros; y el Nobel Robert Shiller: ¿Se justifican los precios de las acciones? En marzo publiqué la columna Una de marcianos con el mismo mensaje. Decía entonces...

“Aterriza un OVNI de marcianos con malas intenciones, su objetivo es provocar el caos para hacerse con el control. Lo quieren conseguir de manera inteligente y no violenta, para lo que se han empapado en el estudio de los episodios de cambio de régimen, desde La conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo hasta El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Pero ni Cortés ni Garibaldi les seducen tanto como los bolcheviques; les impacta una reflexión de Lenin que Keynes recogió en ‘Las consecuencias económicas de la paz’, su crítica al Tratado de Versalles. La cita de marras es: ‘Si quieres destruir el capitalismo, corrompe su moneda’”.

Por lo que los marcianos llegan equipados de técnicas insuperables para la falsificación de moneda; se ponen manos a la obra: compran un banco en un paraíso fiscal, imprimen dinero a raudales y emprenden un programa masivo de compra de bonos.

Pronto la presión en el mercado de este todopoderoso inversionista provoca una escalada en el precio de los bonos y una caída fulminante de las tasas de interés; de la mano, comienzan a subir las bolsas pues el dinero –que reciben los inversionistas al vender sus bonos– lo dedican a la compra de acciones y bienes raíces. La abundancia de dinero es tal que hasta países-y-empresas-desastre son capaces de poner la mano y conseguir empréstitos a tasas impensables en el pasado.

Como hubo una crisis de sobreendeudamiento años atrás, los bancos centrales vigilan que las familias no se endeuden en exceso y que los bancos comerciales fortalezcan su posición de capital. Pero las empresas y los gobiernos se endeudan con desenfreno en el mercado de capitales, pues ahí los bancos centrales tienen poco control. En diez años la cartera de activos –e inyección de dinero– del Banco Marciano asciende a 16 billones de dólares. Con ello, el total de moneda en circulación aumenta de 4 billones –en moneda genuina– a 20 incluyendo la falsificada. La sobrevaloración de las bolsas excede al registro previo más alto de la historia (el de 2000) y la deuda-a-PBI rebasa la cota que –en 2008– desencadenó una terrible crisis financiera.

Los marcianos del cuento son los banqueros centrales. Todo lo demás, desafortunadamente, no es ficción.

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