(EFE)
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Escribo desde la bella ciudad de Dubrovnik. Participo en una conferencia de política monetaria que el Banco Nacional de Croacia ha venido organizando desde 1995. Es la vigésimo cuarta edición y he asistido a todas (siempre en junio y siempre en el Hotel Argentina, ahora propiedad de los chilenos Luksic, como muchos hoteles de la costa dálmata), lo que me ha permitido ser testigo de la evolución de esta singular joya desde los años de la guerra en la ex Yugoslavia –cuando los turistas apenas eran unos cientos y los hoteles estaban repletos de refugiados– hasta la exuberancia actual con sus tres millones de visitantes anuales. No se demoren en visitar Dubrovnik: más exclusiva y cara cada año.

Otra vez hay riesgo de crisis en la zona euro, es uno de los eslabones débiles de las finanzas mundiales. Los mercados temen una repetición de 2012. En el punto de mira están Italia y España, ambas estrenan gobiernos con los que se abre un periodo de incertidumbre. Si resulta que uno o ambos deciden abandonar los planes de austeridad, no tardarían en dispararse las primas de riesgo y, como ambos países son “demasiado grandes para rescatar”, ello provocaría una sacudida como la de 2012; ello podría significar el principio del fin del euro, algo que pondría en entredicho la estabilidad financiera mundial.

Italia ha tenido problemas de deuda pública desde hace tiempo. Entre 1995 y 2008 consiguió reducirla del 120% a 100% del PBI. Después, sin embargo, el endeudamiento ha vuelto a escalar, alcanzando la cota de 130%. El viernes tomó posesión el nuevo gobierno, que es una coalición entre los antisistema del Movimiento Cinco Estrellas y los nacionalistas de la Liga; populistas y euroescépticos ambos.

En España también hay relevo de gobierno. Una moción de censura ha tumbado al derechista Rajoy. El nuevo presidente es el socialista Sánchez, pero su gobierno está en minoría en el Congreso y es imposible que pueda gobernar con la veintena congresistas de partidos, agrupaciones y grupúsculos que le han elegido pues son una caterva de antisistemas, separatistas, eco-comunistas, desubicados y populistas. Paradójicamente, Sánchez, para poder gobernar, necesitaría apoyo en las cámaras del PP –al que ha destronado– y/o de su competidor Ciudadanos –que reclama nuevas elecciones; no está claro que los socialistas lo consigan.

Ambos son gobiernos inestables, no creo que sobrevivan seis meses, pero si lo hacen, las consecuencias podrían ser desastrosas.

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