Las últimas dos semanas en Wall Street se han desarrollado con fuertes bajadas. (Foto: AFP)
Las últimas dos semanas en Wall Street se han desarrollado con fuertes bajadas. (Foto: AFP)

Escuche usted a los periodistas –de los principales canales de TV de EE.UU.– informar sobre la situación económica, los contrapuestos CNN y Fox y hasta los supuestamente expertos de CNBC, y se quedará con la idea de que el estado de cosas es poco menos que maravilloso. Este viernes pasado, anunciaron los datos de empleo de diciembre: 312,000 nuevos ocupados, el desempleo en 3.9% y el salario medio creciendo al 3.2% anual; estamos en el mes número 114 de crecimiento ininterrumpido desde el inicio de la recuperación económica después de la crisis de 2008. Un buen periodista es el que sabe que no sabe y tiene el criterio de asesorarse sobre quienes saben para convocarlos. Hay pocos. Entre los televisivos me quedo con Fareed Zakaria de CNN.

A continuación la fanfarronada de Trump de que nadie en la historia de EE.UU. ha puesto en marcha una política económica tan sólida como él. Suena a evocación del “superhombre” de Nietzsche sentenciando que el ciclo económico ha muerto y ¡será posible que alguno en su bosque no haya oído todavía que ha muerto! o, en un terreno ‘trumpiano’ más pedestre, del ‘mejor imposible’ de Jack Nicholson. Parecería que, como la tribu de los Hunza en el Himalaya que viven 130 años y apenas se enferman, finalmente hubiéramos descubierto el camino hacia la inmortalidad económica.

Los ciclos no han muerto, sino que estamos a final de ciclo. Según los registros del National Bureau of Economic Research, la duración promedio de las expansiones ocurridas entre 1945 y 2007 fue 58 meses. La expansión actual ya es tan solo seis meses más joven que la más duradera de la historia (1991-2001).

Resulta, además, que este ciclo ha tenido mucho de artificial y que arrastra tres graves problemas –que Trump no ha hecho otra cosa que agravar– y que pronto reventarán en recesión y probable crisis financiera: (a) endeudamiento excesivo, que heredamos de 2008, y que se ha agravado; (b) sobrevaluación de activos (bolsas, bienes raíces, etc.); y (c) un torrente de dinero que han emitido los bancos centrales, supuestamente para dar tiempo a solucionar los excesos de deuda de 2008, aunque en realidad culpable de su ulterior deterioro.

Desafortunadamente, esta vez los gobiernos tendrán menos capacidad de maniobra porque han agotado la munición fiscal y monetaria en el ejercicio estéril de perpetuar más de la cuenta el ciclo artificial actual. Por eso creo que vamos camino a una de las peores crisis económicas de nuestras vidas.
Lástima tener que traerles carbón este Día de Reyes.

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