Una vez el expresidente Reagan ilustró las diferencias entre democracia-mercado y comunismo con un chiste: “Conversan tres perros: estadounidense, polaco y ruso, el primero dice que en EE.UU. si ladras, consigues que te den un pedazo de carne. El polaco replica ¿qué es carne?, y el soviético ¿qué es ladrar?”. En general, los economistas no sabemos exponer, con esta sencillez y claridad, los temas al gran público. Hay excepciones, la más clara es el caso del economista francés del s. XIX, Frédéric Bastiat, capaz de resaltar las virtudes del mercado frente al intervencionismo, con cáusticas y breves reducciones al absurdo. Dijo en una ocasión que los gobiernos emprenden la construcción de costosos túneles bajo las montañas, para facilitar el comercio comunicando los países, pero que, una vez concluido el túnel, lo primero que hacen es poner una caseta de aduanas en cada extremo. En otro relato, presenta al sindicato de fabricantes de velas elevando una petición al Congreso para que promulgue una ley que prohíba las ventanas en las casas para así combatir la competencia desleal del sol.