Ronald Reagan (Getty Images)
Ronald Reagan (Getty Images)

Una vez el expresidente Reagan ilustró las diferencias entre democracia-mercado y comunismo con un chiste: “Conversan tres perros: estadounidense, polaco y ruso, el primero dice que en EE.UU. si ladras, consigues que te den un pedazo de carne. El polaco replica ¿qué es carne?, y el soviético ¿qué es ladrar?”. En general, los economistas no sabemos exponer, con esta sencillez y claridad, los temas al gran público. Hay excepciones, la más clara es el caso del economista francés del s. XIX, Frédéric Bastiat, capaz de resaltar las virtudes del mercado frente al intervencionismo, con cáusticas y breves reducciones al absurdo. Dijo en una ocasión que los gobiernos emprenden la construcción de costosos túneles bajo las montañas, para facilitar el comercio comunicando los países, pero que, una vez concluido el túnel, lo primero que hacen es poner una caseta de aduanas en cada extremo. En otro relato, presenta al sindicato de fabricantes de velas elevando una petición al Congreso para que promulgue una ley que prohíba las ventanas en las casas para así combatir la competencia desleal del sol.

En mi columna de la semana pasada me referí a la reciente conferencia que organiza el Banco Central de Croacia cada año. Como he asistido a todas las ediciones, los organizadores me pidieron que, en mi ponencia, mencionara las aportaciones, a mi juicio, más relevantes de las quinientas y pico ponencias de las 25 ediciones. En lugar de recurrir a los archivos, opté por armar mi conferencia a partir de una docena de momentos que se me quedaron alojados en la memoria por la chispa de la exposición. A continuación les dejo cuatro. Primero, Robert Mundell –tiempo después Nobel de Economía– y los espejismos. En los primeros años de la transición del socialismo al mercado, las economías de Europa del Este registraron caídas acumuladas del PBI de hasta 30%. Según Mundell, eso era falso; las contracciones eran menores porque, durante el socialismo, las empresas reportaban producción ficticia para cumplir con el plan (espejismo estadístico: ver algo no real), mientras que una vez privatizadas, escondían producción para evadir impuestos (espejismo negativo: no ver algo real).

Segundo, la crítica de Jacob Frenkel a los ‘counterfactuals’ (¿hubiera sido más eficaz la transición con otras políticas?). Supongamos que Lee Harvey Oswald hubiera asesinado a Kruschev en lugar de Kennedy, lo único que podemos afirmar con certeza es que es muy improbable que Onassis se hubiera casado con la viuda de Kruschev. Tercero, Vito Tanzi sobre las políticas del FMI post-2009; nos dicen que a largo plazo hay que reducir la deuda porque es excesiva, pero que a corto hay que aumentar el déficit para estimular la economía, como San Agustín en su juventud cuando rogó al Señor que le diera castidad, apostillando “pero todavía no”.

Cuarto, Vladimir Mau sobre la adopción de la economía de mercado; cuando al final de una conferencia llega alguien a decirme que está de acuerdo con el mercado pero adaptado a las características de su país, pienso “este se quiere robar algo”.

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