Economía artificial: sus límites
Economía artificial: sus límites

Una de las simplificaciones frecuentes a las que recurren muchos al evaluar el desempeño de una economía es la de atribuir la relativa bonanza o desdicha del momento al gobierno de turno. Es una simplificación tan desinformada como errónea. El fruto de las buenas políticas solo se recoge a medio y largo plazo; en el corto, las reformas a fondo normalmente causan atonía productiva, quiebras y desempleo transitorios. Los gobiernos pueden, por otra parte, propiciar unos cuantos años de ‘prosperidad’ artificial: aumentando el gasto público, bajando los impuestos, congelando los precios y tarifas públicas, endeudando al Estado, poniendo trabas a las importaciones, sobrevaluando la moneda o emitiendo moneda más allá de lo aconsejable. Eso que comúnmente describimos como “pan para hoy y hambre para mañana”.

La gran diferencia entre los países desarrollados y los emergentes es que en estos segundos dichas políticas solo aguantan períodos más cortos. En otras palabras, en ambos tipos de países, las políticas –que solemos llamar populistas– desembocan en crisis, pero en los subdesarrollados, la crisis llega antes porque inversionistas y ciudadanos en general saben que sus gobiernos tienden a ser arbitrarios, sus monedas no son de reserva y sus títulos de deuda tienen historiales de default.

Me aventuro a decir que vivimos, ahora, los últimos diez a dieciocho meses de la recuperación económica internacional que se inició en junio de 2009 tras la llamada “gran recesión”. Los lectores saben que sorprende que esto haya durado tanto. Este agosto estamos en el mes 110 de crecimiento lento pero ininterrumpido; según los registros del NBER para los EE.UU., la recuperación más larga de la historia fue la que abarcó desde marzo de 1991 hasta marzo de 2001, 120 meses, y la segunda más larga fue desde febrero de 1961 a diciembre de 1969, 106 meses. Estamos por tanto a diez meses del récord.

La gran diferencia entre el ciclo expansivo 1991-2001 y el actual es que el primero fue genuino –con un sustrato de gran innovación y globalización–, mientras que el actual es artificial pues es resultado de políticas populistas e insostenibles: emisión monetaria por doquier sin precedentes, endeudamiento progresivo complaciente, sobrevaluación excesiva de las bolsas y otros activos, y ahora proteccionismo.

Estamos a punto de pagar la factura. Las crisis de Turquía y Argentina no son más que el estallido inicial. Si tiene dinero en bolsa, póngalo a resguardo cuanto antes. Esto ya no aguanta.

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