Carlos Boloña, ex ministro de Economía de Alberto Fujimori, falleció a los 68 años. (El Comercio)
Carlos Boloña, ex ministro de Economía de Alberto Fujimori, falleció a los 68 años. (El Comercio)

Carlos lo tenía todo: buen economista, inteligente, valiente, visionario, organizado, analítico y con una presencia y determinación que imponían. Fue uno de esos ministros de Economía que hacen época. En los dos años escasos que estuvo al frente del Ministerio de Economía dio un golpe de timón que cambió el curso de la economía. Acabó con el modelo estatista del velasquismo, privatizando las ruinosas empresas públicas, desmantelando los bancos de fomento que habían sido un nido de ladrones, modernizando la legislación económica para promover la inversión privada y reducir los costes de transacción. Logró conformar un numeroso equipo de asesores con tentáculos en todos los sectores y temas. Para contratar e incluso traer del exterior a los mejores expertos no se dejó amedrentar con las limitaciones de la contratación pública, utilizando hábilmente recursos de la cooperación internacional y de las empresas privadas: en el presupuesto no había plata y había que ser práctico. Su pensamiento económico era de libre mercado y su referencia eran las reformas de Chile.

Tuve muchas reuniones de trabajo con Carlos para negociar los dos primeros megapréstamos de la reinserción que sustentaban las reformas de los sectores comercio y financiero, con desembolsos por un total de 1,200 millones de dólares; Boloña entraba a los temas brutalmente, como un tanque que va haciendo a un lado los obstáculos. Hace poco escribí en esta columna una frase célebre en una reunión: “Para mí, lo importante son las reformas y que ustedes las apoyen, pero Fujimori quiere flujo positivo desde el principio; yo hago las reformas, ustedes den la plata y no jodan”.

Su estilo le causó problemas con Fujimori; Boloña llegaba como el sabelotodo: esto es lo que hay que hacer porque lo digo yo y tengo el respaldo internacional para ponerlo en marcha. Recuerdo cómo unas semanas después del autogolpe de abril de 1992 se presentó en Washington para averiguar si él seguía teniendo el respaldo del gobierno de los EE.UU. y los organismos internacionales, y el mensaje fue que lo estaba haciendo muy bien y que se mantuviera en el cargo.

Todos tenemos luces y sombras. Las de Carlos fueron su ambición desmedida y su falta de escrúpulos. Una lástima, porque pudo haber hecho una contribución mucho mayor al Perú. Cada vez que se anuncia la tasa de crecimiento del Perú, pienso que al menos 2% corresponde a las reformas de Boloña. Fue un gran ministro; descanse en paz.

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