Burbujas
Burbujas

Cuenta el gran economista Paul Samuelson (1915-2009) que cuando tenía diez años sus padres decidieron dejar Indiana y mudar la familia a Florida atraídos por el boom inmobiliario de aquellos años. Su padre, farmacéutico de profesión, pensó que invirtiendo sus ahorros en bienes raíces podría multiplicarlos. Sus deseos, no obstante, se frustraron porque la burbuja reventó en 1926 después de un fuerte huracán. Dice Samuelson que desde entonces ha habido quince burbujas inmobiliarias en Florida, en promedio una cada seis años. Los estudiantes y estudiosos de economía pueden visionar el video de la entrevista de dos horas a Samuelson sobre su vida y obra, en 2007, en el portal del Proyecto Historia Infinita del MIT (Ver )

Solo la providencia sabe en qué momento revientan las burbujas y cuántos meses dura la caída.

Como dijo en una ocasión Robert Shiller (1946), el ajuste llega repentina e inesperadamente “como ladrón por la noche”. Hasta los más sabios se equivocan, como lo puso en evidencia otro gran economista Irving Fisher (1867-1947) en 1929 cuando, nueve días antes del jueves negro en que se derrumbó de la bolsa de Nueva York, dijo en una conferencia a inversionistas que los precios de las acciones “habían alcanzado una meseta alta y permanecerían a ese nivel”.

El mercado alcista (bull market) que se puso en marcha en marzo de 2009 acaba de cumplir 120 meses, con lo que excede en siete al más longevo previo que duró desde octubre de 1990 a marzo de 2000. Esto en el supuesto de que todavía estemos en mercado alcista, ya que el índice (S&P 500) todavía no ha rebasado el máximo que alcanzó en octubre de 2018. Aunque incluso en el caso en que ya estuviéramos en un mercado bajista iniciado en octubre pasado y la subida reciente desde enero fuera un mero zig zag, este último bull market habría durado 115 meses e igualmente habría batido el récord anterior de duración.

He venido manteniendo en esta columna desde hace tiempo –o demasiado tiempo como me recuerda con ironía mi amigo F.M., que es un bullish consumado– que el mercado bursátil alcista de los últimos diez años no está asentado en una economía real en crecimiento sobre bases sólidas, sino que es el resultado del torrencial prolongado de emisiones monetarias de los bancos centrales. Las bolsas funcionan por rachas; cuando la racha es de subida, lo más probable es que siga subiendo y cuando es de bajada, que siga bajando. Es un fenómeno en el que rige el momentum –la inercia– que tiene mucho de psicología e imitación: los menos informados entran a la racha (tarde) atraídos por las ganancias anteriores de los más informados. Y es así como las valoraciones –los índices bursátiles– se despegan del valor subyacente de las empresas. Despegue que puede llegar hasta una sobrevaloración del doble, nivel al que estarían ahora las bolsas (de EE.UU. y otros países) según voces autorizadas (Shiller, Hussman, etc.) que sería insensato descartar. A la larga son las valoraciones lo que prevalece.

Si quiere proteger su patrimonio, imite a los informados sin rezagos, en tiempo real.

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