Alea jacta est
Alea jacta est

A Charles Dow (1851-1902) se le considera padre del “chartismo”: el “análisis técnico” de la evolución de los índices de bolsa. Fue uno de los fundadores del Wall Street Journal y coinventor del famoso índice Dow-Jones. Presentó sus teorías sobre el diagnóstico de las bolsas en las columnas editoriales del WSJ; una de ellas es la que establece que para que una racha alcista de bolsa continúe, el índice industrial DJ y el de transporte DJT deben ambos alcanzar nuevos máximos; del mismo modo, para que un mercado bajista siga su curso, ambos tienen que marcar nuevos mínimos. Sin embargo, cuando hay cambio de tendencia, suele ser el índice de transportes el que marca la pauta. Es decir, el transporte va delante de la producción tanto en las subidas como en las caídas.

Aunque hoy en día, en las economías desarrolladas, el sector industrial ha perdido peso en el PBI frente a los servicios, algunos analistas todavía mantienen al sector transporte como un indicador adelantado relevante. Pues bien, este índice está empeorando, en los últimos meses, a marchas forzadas hasta en EE.UU.: en julio el Cass Freight Index –el índice más popular– ha registrado un nivel 6% inferior al de 2018, en tanto que el volumen de carga en ferrocarril ha caído 4%. Es evidente que la guerra comercial de Trump tiene bastante que ver, pero sería un error atribuir a esta toda la explicación.

Como dije en una columna hace unos meses, los EE.UU., y en general la economía mundial, llevan unos cuantos años con políticas fiscales y monetarias insostenibles que dan una prosperidad artificial transitoria a un alto costo; el “pan para hoy y hambre para mañana” de las políticas populistas. Ni que decir tiene que, en lo que dura la bonanza, se mantiene la popularidad del gobernante, que se pone medallas pregonando las supuestas maravillas de sus políticas, las cuales, una vez hechas todas las sumas y restas, resultan en un balance neto final desastroso.

Otro indicador premonitorio, que he venido analizando, es la curva de rendimiento. En tiempos normales las tasas de interés de los bonos del Tesoro con vencimientos más largos exceden a las correspondientes a los bonos más cortos: a mayor plazo, mayor riesgo y por tanto, mayor tasa; así es salvo al final de un ciclo expansivo –en la antesala de la recesión–, momento en que se invierte la curva de rendimiento: las tasas largas caen por debajo de las cortas. La mejor referencia es el margen (la diferencia) entre la tasa a 10 años y la tasa a tres meses; históricamente cuando dicho margen pasa a ser negativo, la economía ha entrado en recesión en un periodo de 12 a 24 meses; pues resulta que ahí estamos desde abril.

También he venido argumentando que la economía mundial arrastra, desde la crisis de 2008-09, dos problemas que, lejos de irse solucionando, se han agravado: el endeudamiento excesivo y la sobrevaluación de activos. Y, además, no queda ahí la cosa, ya que hoy no disponemos del margen de acción que bancos centrales y gobiernos tenían para combatir la crisis y recesión en 2008. El populismo ha prolongado este ciclo indebidamente más de la cuenta; creo que –¡ahora sí!– la suerte está echada.

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