Profetas en su tierra
Profetas en su tierra

La semana pasada en dos de las universidades más prestigiosas de Londres y probablemente del mundo, casi a la misma hora, se dedicaron clases enteras a las ideas del sociólogo Aníbal Quijano. Una coincidencia, sí, pero no tan improbable. Su trabajo es lectura obligatoria para distintas disciplinas, formando a científicos sociales de todo el mundo. Es considerado uno de los pensadores más brillantes de las últimas décadas. Pero, aunque celebrado internacionalmente, es el mejor ejemplo de que nadie es profeta en su tierra, sobre todo cuando es peruano. Si fue y es tan influyente, ¿por qué es tan poco conocido Quijano en nuestro país?

Una explicación es que el Perú ha limitado, si no anulado, los espacios para quienes interpelan nuestros sentidos comunes. Hemos optado por el camino irreflexivo, que espera que silenciemos cualquier crítica al estado de las cosas y aceptemos con la cabeza inclinada lo que tenemos al frente.

En nuestro país, los intelectuales no tienen espacio ni audiencia. El debate público ha abandonado los argumentos para reducirse al tuit avispado y sanguinario. Preferimos al ideólogo profesional asalariado que al crítico que muestra la crudeza del presente y propone una mirada realista del futuro.

Este antiintelectualismo se expresa también en el ataque a la enseñanza, la celebración de la viveza, el debilitamiento de los ideales y el terror a que se cuestionen las supuestas verdades absolutas. Hemos llegado a tildar de antiperuano a quien no asienta complacientemente, perdiendo la posibilidad de escuchar a quienes tienen la capacidad para hacernos ver y entender que existen realidades distintas y mejores para un país que no ha sabido romper con la inercia. El resultado es que la memoria de nuestros intelectuales sobrevive, pero fuera de nuestras fronteras.

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