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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianza

La cantidad de información por unidad de tiempo no cesa de crecer y el tiempo que podemos dedicar a cada dato que nos asedia es cada vez menor. Buena parte de los problemas que enfrentamos en nuestro desempeño cotidiano carecen de respuestas únicas. Cada vez que debemos escoger, las opciones y ofertas son múltiples en escenarios plenos de ambigüedad y matices. Las decisiones se dan como episodios en una serie abierta, de pronóstico incierto y llena de dilemas morales.

En ese contexto, la capacidad de conversar con nosotros mismos, detectar patrones, abstraer, tolerar incertidumbre, apreciar inconsistencias, planear, controlar impulsos, ponernos en contacto con nuestros sentimientos, es más importante que conocimientos específicos o el entrenamiento para obtener buenas notas en exámenes. La habilidad de conversar con los demás, ponernos en su lugar y comunicarles de manera articulada y atractiva nuestras maneras de ver las cosas y resolverlas, también.

Entender qué se juega en una situación concreta, el contexto en que se presenta, los cursos de acción que requiere y posibilita, sus impactos individuales y colectivos, las tonalidades éticas y afectivas que plantea, las maneras de convertirla en oportunidad para crear riqueza, conocimiento, cultura, utilidad y placer, debería ser el objetivo principal de la educación en todos sus niveles.

Estamos hablando de una profesión, la de pensadores versátiles, curiosos, prácticos, comunicadores empáticos y atentos, que la conducción de los asuntos públicos y privados, estatales y corporativos, requiere con urgencia. Aunque no figure en ningún test vocacional ni en la interminable lista de carreras universitarias.