(Difusión)
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Mientras Keiko Fujimori enfrentaba su primer día de audiencias para que el juez Concepción Carhuancho decida sobre el pedido del fiscal José Domingo Pérez para que la lideresa de Fuerza Popular lleve el proceso en prisión preventiva, IDL-Reporteros publicó una serie de conversaciones de Telegram sostenidas por fujimoristas en un chat llamado La Botica. El contenido, como era de esperarse, escandalizó a medio país y fue, incluso, utilizado como medio para generar convicción por parte del fiscal. Ahora: ¿cuál es el problema de los chats?

La gran mayoría de opiniones se han dirigido a señalar que los términos y las frases que los congresistas usan no son dignos de la investidura de un padre de la patria. Que el uso de lisuras y términos despectivos desmerece a la institución y algunos han llegado a pedir que quienes han usado lenguaje procaz pasen a la Comisión de Ética a responder por su falta de clase. ¡Por favor! ¿Por qué seremos los peruanos tan pacatos, tan cucufatos y tan carentes de sentido común? No tiene ningún sentido juzgar a alguien a por algo que dijo en privado.

Lo que se dijo fue en privado. Cuando una persona articula un mensaje tiene clarísima la vocación de publicidad del mismo. Por ejemplo: si yo le escribo a mis compañeros de la universidad, a mis colegas o a algún grupo de amigos, ajustaré el código lingüístico al grado de confianza que entre nosotros existe. Si estoy escribiendo en este diario o conduciendo un programa de televisión, modularé mis formas para que encajen correctamente con el público receptor. Dejémonos de cosas, que todos tenemos chats en los que decimos de todo.

La cuestión está en que por quedarnos discutiendo las formas usadas en los famosos chats hemos dejado de ver el fondo. Y sobre el fondo hay dos asuntos que sí deben llamar nuestra atención, ya que permiten tender puentes con lo que la realidad y el discurso fujimorista han planteado: i) el momento en el que la congresista Aramayo habla de haber “blindado” (sic) a Hinostroza y ii) cuando se habla de atacar directamente al fiscal Domingo Pérez. Esas son consignas políticas que se tradujeron a la realidad y eso es lo que importa: el fondo.

Mal hacemos los peruanos en satanizar banalidades, como las formas en las que los congresistas hablan en privado. ¿O me van a decir que todos ustedes hablan en perfecto español en sus conversaciones privadas? Debemos concentrarnos en donde se traslucen ideas y argumentos que luego se han convertido en acciones por parte del fujimorismo. Cabe también preguntarse por qué el señor Figari tenía tanto poder sobre congresistas que fueron elegidos para aplicar su criterio y no el de un señor cuyas credenciales se desconocen.

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