(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)

Con la elección de la Mesa Directiva del nuevo Congreso prácticamente en la puerta del horno, toca ver los temas de la agenda. Vo-ceros de diversas bancadas –si es que no de la mayoría de ellas­– han argumentado que la prioridad número uno no debería ser el debate del cambio de Constitución o la instalación de una Asamblea Constituyente.

Se espera que esa postura se mantenga ante la insistencia, a estas alturas un tanto cerril, de Perú Libre y sus socios políticos. Desde distintas tiendas partidarias, así como desde sectores académicos y empresariales, además del propio Pedro Francke, voceado ministro de Economía, los especialistas han explicado con meridiana claridad que para hacer reformas ­–incluso las “estructurales” que predica el partido de gobierno– no es necesaria una nueva Constitución, pues la propia carta fundamental contempla los mecanismos para hacer las reformas que se necesiten, siempre a través de los procedimientos que posibilita el Congreso de la República.

El proyecto de reescribir la Carta Magna, como pretenden los representantes oficialistas, por la magnitud de los cambios que se están planteando en los debates todavía informales entre una y otra posición, desprende un inocultable tufillo totalitario que, a no dudarlo, daría lugar a debates interminables, pues podrían poner en riesgo derechos fundamentales, como el de la propiedad privada o la libertad de prensa, para mencionar solo dos aspectos sobre los que no se lograrán acuerdos o consensos fáciles entre las fuerzas políticas.

Pero la principal razón para no empantanarse con debates como ese resulta más que obvia, pues, ante un proceso que podría durar años, solo estaríamos distrayendo energías y recursos en vez de enfocarnos en lo que es urgente para el país y los peruanos en esta coyuntura: generar empleo, controlar totalmente la pandemia y reactivar la economía.

Así que, señores, a concentrarse en lo esencial. El devastado Perú que nos ha dejado la pandemia –con su triste secuela de hambre, miseria, desempleo y quiebra masiva de empresas– es el tema prioritario de la agenda.

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