"Continuando el rumbo trazado, hoy presentamos al país las propuestas de Reforma Política elaboradas por la Comisión de Alto Nivel", señaló el presidente. (Foto: GEC)
"Continuando el rumbo trazado, hoy presentamos al país las propuestas de Reforma Política elaboradas por la Comisión de Alto Nivel", señaló el presidente. (Foto: GEC)

Se cumple el primer año de Martín Vizcarra en la Presidencia. Su llegada a Palacio fue una sorpresa, igual que el giro que ha dado la política nacional en este tiempo y el protagonismo que él mismo ha tenido en el proceso. Mucha agua ha pasado bajo el puente.

En un momento crítico, Vizcarra demostró una sangre fría imprevista y supo usar la fuerza del fujialanismo opositor a su favor. Terminó siendo bastante más estratégico que los viejos zorros de la política local. Supo hacer de la indignación popular su principal activo, marcando distancia necesaria de un Congreso rechazado por la mayoría de peruanos. Lo que demuestra que ser leal a la gente en la calle es bastante más importante que serlo con grupitos de poder deslegitimados que ofrecen una relación pasivo-agresiva. Algo que ni PPK ni Humala supieron hacer.

Vizcarra no ganó una elección, pero el referéndum terminó siendo una legitimación electoral. El Perú estaba colapsando y ya no lo está, aunque esa realidad sea muy difícil de aceptar para quienes han visto su poder esfumarse. Pero el tiempo va pasando, la luna de miel se va terminando y las exigencias están cambiando. La gente necesita resultados que traigan cambios positivos en sus vidas. Las movidas políticas y tener como agenda única la lucha contra la corrupción son insuficientes. De ahí que pasar de la acción política a la buena gestión es el principal desafío que tiene Vizcarra al inicio de su segundo año: reconstrucción del norte, salud, educación, seguridad. Todos conocemos esa agenda básica.

Mientras tanto, insisto en que el principal legado de Vizcarra debería ser la reforma política y judicial, para que ambos sistemas estén más cerca de los intereses del ciudadano y no de los políticos. La oposición será férrea, pero es una batalla impostergable.

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