Su situación no era muy diferente a la de los anteriores presidentes. Llegó a Palacio de Gobierno sin partido, sin equipo de operadores políticos y sin peso en el Congreso. Su condición no era mucho más difícil y tenía varias ventajas para aprovechar. Le tocó reemplazar a un presidente venido a menos, del cual ya nadie habla ni se acuerda. Como la mayoría de peruanos apenas lo conocía, no tenía que gastar energías en diferenciarse de la desprestigiada clase política. La gente estaba lista para aceptar lo que viniese. Encima, provinciano de verdad. Los empresarios querían señales para correr. La oposición, aire para recomponerse después de tanta bronca estúpida y tanto destape judicial. Y los demás ciudadanos demandaban lo mínimo: muestras claras de que su economía puede mejorar y, con ella, los servicios sociales más apremiantes: educación, salud y seguridad. Sin embargo, a casi tres meses de asumir el mandato, parece que a la dupla Vizcarra-Villanueva ya se le pasó la madrugada y Dios nunca pudo ayudarla.

La prensa ya lo califica como un líder sin liderazgo. Unos lo ven absurdamente sometido a un fujimorismo sin fuerza e impopular. Otros subrayan su carácter diletante frente a las protestas regionales que piden volver al vulgar proteccionismo. Y hay quien lo ha calificado de pusilánime, “alma pequeña”. Y ya se sabe que, cuando los formadores de opinión etiquetan al gobernante de turno, ya no hay vuelta atrás: profecía autocumplida, condena adelantada. Vizcarra ha desaprovechado su ventana de oportunidad y las encuestas están allí para verificarlo. El último sondeo de Datum muestra que el presidente cae 10 puntos en aceptación (ahora 45%) y sube al mismo tiempo 25 puntos de desaprobación (ahora 44%). La tendencia, lamentablemente, parece clara.

Pero esto recién comienza. Nadie quiere volver al caos político, ni la gente ni la disminuida oposición. Todos estamos en la partida, hartos de que se postergue la carrera. Presidente, enfóquese y arriesgue, que no hay quien lo peche, los demás políticos están venidos a menos. Presidente, ponga en línea al premier y a sus ministros, que solo salgan a declarar decisiones claras e inequívocas. Presidente, comunique mejor, sea pedagógico cuando firma una u otra medida, la ciudadanía sabe sacrificar su corto plazo si comparte el sentido de la epopeya. Presidente, escoja, o chicha o limonada. Ya.

TAGS RELACIONADOS