ME VOY, PERO VOLVERÉ. Martín Vizcarra, saliendo anoche de Palacio de Gobierno. (Félix Ingaruca/USI)
ME VOY, PERO VOLVERÉ. Martín Vizcarra, saliendo anoche de Palacio de Gobierno. (Félix Ingaruca/USI)

Justo antes de escribir este artículo, vi en un grupo de WhatsApp una invitación a la juramentación del primer gabinete del presidente Martín Vizcarra este lunes a las 3.30 p.m. La luna de miel entre el nuevo gobierno y el Congreso va a terminar con la publicación de los diarios de la mañana del lunes, cuando inicie una campaña contra alguno de los integrantes del gabinete.

FP y el Apra renunciaron a PPK, censuraron un gabinete y un ministro. Pero dicen que no son obstruccionistas, mostrando sus votos verdes en el Congreso con los que se aprobaron propuestas enviadas por el Ejecutivo. Saben jugar el juego de nuestra democracia formalista.

No solo no les atrae aprobar reformas que promuevan el bienestar: el “IGV Justo” ha sido el mayor aporte de FP al desarrollo –y no soy sarcástico–. Hicieron lo que sabemos y también lo que no trasciende y que, en realidad, es más importante. Están guiados por una idea errada de la política –vertical y autoritaria–, malos sentimientos –como la venganza– o promueven intereses particulares, contrarios a la sociedad.

En ese contexto gobernará Vizcarra: instituciones precarias y políticamente excluyentes, una grosera y generalizada búsqueda de rentas, un “partido” de oposición guiado por venganza y prepotencia, y la papa caliente de Lava Jato que quema a todos menos a este par de grupos que “saben hacerla”.

Tener ministros o asesores que expongan al Gobierno a otra telenovela de corrupción, tras la cual los mafiosos siguen como si nada, es un suicidio. Aspirar a aprobar listas exhaustivas de reformas es una candidez. Hay que ir por pocas. Y hay que trabajarlas políticamente, no pretender que la voluntad de personas que son aves de paso en el Estado hará la diferencia.