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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana AmericanaIncansable en los vítores, lleva el espíritu del 'Pecoso' Ramírez al mundanal ruido político.

Normalmente una portátil no es gratuita; es un respaldo impostado y comprado. A diferencia del simpatizante sincero, los operadores del pica-pica son ayayeros en cachueleo o empleados coercionados bajo amenaza de despido. Más de las veces son obra y desgracia del uso de recursos públicos con fines politiqueros. Funcionarios públicos haciendo 'horas extras' en mítines, gobernadores que abandonan sus puestos al llamado del inquilino de Palacio, camionetas estatales que los trasladan son algunos ejemplos del uso indebido de nuestros impuestos.

Un dato relevante es cómo los máximos responsables de estos aparatos libran culpas cuando el proselitismo es ilegal. Respuestas como "déjenme trabajar" o "no sean mezquinos" son expresiones de la miseria que los envuelve. No solo por pasar por agua tibia una acción ilegal de la que son cómplices, sino porque tienen que 'alquilar amor' cuando las masas le son adversas.

La portátil es un signo de debilidad organizativa; una contribución de los partidos post-noventa a la política contemporánea. Ya sea por incapacidad (no saben cómo movilizar) o por necesidad (la militancia es efímera, el registro de adherentes un recuerdo nostálgico del pasado que no volverá), estos partidos inventaron muestras de aliento falaces y efectistas. Cuánto más se empleen estos instrumentos del auto-engaño, menos seriedad política.