A pesar de que existe una obsesión por evaluar la economía solo a partir del comportamiento del Producto Bruto Interno (PBI) y más allá de los problemas de medición que tiene, no por eso deja de ser importante que la economía crezca, es decir, que el PBI aumente. En términos simples, crecer es producir más. Veamos las razones.

En primer lugar, el crecimiento eleva la recaudación tributaria. Con ello el Gobierno tiene dinero para redistribuir. Puede usarlo en programas de reducción de pobreza, mejor educación y salud para sectores de menos ingresos, etc. Por lo tanto, para redistribuir, se necesita que la economía crezca. Sin crecimiento no hay cómo financiar el mayor gasto (inversión) público en los sectores necesitados. La lección es clara: crecer para poder redistribuir.

En segundo lugar, producir más significa más empleo. Es cierto que no tenemos trabajadores muy capacitados; igualmente, la productividad es baja. Sin embargo, a medida que la economía se mueve surgen nuevos empleos, especialmente en empresas con menos de 10 trabajadores que explican más del 70% del trabajo.

Nada de esto quita dos cosas: por un lado, nuestra economía está en un proceso de desaceleración. Tanto que, luego de una proyección de 4% a inicios de año, ahora los más optimistas aceptan que 2.5% sería un buen resultado. Por otro, la necesidad de avanzar en una agenda de reformas económicas. Parece iluso decirlo, dado que la concentración del Gobierno y del Congreso está en el aspecto político. Es una pugna en la que nadie gana.

¿Podemos ser optimistas? Siempre se puede, pero la única forma de creer es con resultados, como lo hizo Gareca con la selección de fútbol. Podría idearse una agenda de corto plazo de reactivación económica, pues las reformas seguirán estando lejos de ser una realidad.

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