(Difusión)
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Al cuarto día de prisión preventiva de la señora Fujimori, los congresistas de Fuerza Popular han quedado reducidos a la condición de pollos sin cabeza, chocándose entre sí, políticamente agónicos y sin norte que los guíe. Ya no hay botica que les escriba la receta para conducirse en el Congreso. La jefa ha perdido su libertad. Ana Herz y Pier Figari solo piensan en defenderse y no son más los poderosos asesores que diseñan la estrategia que, paradójicamente, los llevó al hoyo en el que están. Los voceros que quedan, Tubino y Arimborgo, se contradicen estrepitosamente. Uno pide diálogo a Vizcarra, la otra lo compara con Maduro. Luz Salgado pretende evitar el desbande, pero tras el terremoto, una segunda inmolación es inevitable. Así como, en 2000, le puso la banda a Paniagua, hoy ella debe avisar a sus huestes que han sido vencidos.

Tal gesto pasa por desandar todo lo que obstruyeron. Que alguien le diga a César Segura, de Acusaciones Constitucionales, que la guerra terminó y ponga en agenda la denuncia contra Pedro Chávarry. La idea de que ese señor es la “garantía” de lucha contra la corrupción es delirante. Está demostrado que Chávarry utiliza a la Fiscalía de la Nación como trinchera de defensa, saltando como resorte contra los que él cree enemigos políticos de sus derrotados protectores.

Hábilmente, Salaverry ha advertido el nuevo escenario. Le toca concordar una agenda nueva que sintonice con el gobierno, para sacarnos del hoyo al que nos llevó esa otra agenda de impunidad que libró Fuerza Popular en dos años y medio.

El país ya no está para más angustias ni, mucho menos, para esos alaridos de golpe promovidos por Alan García. Querer desestabilizar así el tablero evidencia su profunda preocupación porque su futuro legal podría ser el mismo que el de Keiko Fujimori.

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