notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantesrvasquez@peru21.com

Por fin Evo Morales puede despotricar con causa. Luego de toda una vida política construida sobre los denuestos, dicterios y descalificaciones de todo tipo contra Estados Unidos, Europa, el "imperio", el colonialismo, el "neoliberalismo" y, en realidad, cualquier país, continente, persona, credo o fantasma al que le achaca la irrelevancia política y económica de su país en el mundo; digo, después de todo esto, al vejador le han respondido con un vejamen. Lo insólito es que Evo Morales se asombre, a estas alturas de su vida, de la cosecha que ha sembrado. Invocó vientos y una tempestad lo ha dejado como pollo mojado.

Se encontraba en Rusia cuando decidió lanzar una de sus clásicas bravuconadas "antiimperialistas" de las que ha hecho oficio político y que, hasta esa noche del 2 de julio de 2013, nunca había tenido consecuencias dada, en realidad, la poca significancia internacional de su país. Estaba dispuesto, dijo, a estudiar el otorgamiento de asilo al traidor norteamericano Edward Snowden, simplemente para hacerle la vida difícil a EE.UU. Pero, esta vez, la vida difícil se la hicieron a él y la bravuconada recibió un soplamocos en la cara.

Como Snowden estaba varado en Rusia donde, luego de un discreto coqueteo con Putin, Moscú se lavó las manos del asilo, se sospechó, con el fundamento de las declaraciones del mismo Evo, que el espía se hallaba en el avión presidencial que conducía a Morales de regreso a La Paz. Dicho sea de paso, Moscú, bajo cuya jurisdicción se encontraba Snowden, no se molestó en desmentir la sospecha.

Y, así, el avión de Evo, que debía pasar por el espacio aéreo de Francia, España y Portugal, quedó haciendo piruetas en el aire luego de que estos países se negaran a dejarlo pasar. Evo, su boca floja y sus provocaciones gratuitas terminaron varados 14 horas en el aeropuerto de Viena donde, finalmente y por razones humanitarias –las mismas que invocó para "estudiar" el asilo a Snowden–, lo dejaron aterrizar.

Y Evo empezó a despotricar. Habían mancillado la dignidad de Bolivia, de su pueblo y, faltaba más, de toda Latinoamérica; tanto así como cuando él y sus amigos mancillaban la dignidad de los gobernantes del "neoliberalismo" que representan a países y pueblos a los que zaherían impunemente con sus bravatas de sifón. Bolivia, decía, es un país soberano que tenía todo el derecho a asilar a quien le diera la gana; tanto así como soberanos son aquellos países que sobre esa misma base no lo dejaron sobrevolar. Lo habían "secuestrado", dijo; ¡tanto así que no lo querían recibir en ningún lado! En fin, el "imperio" tenía a todos de rodillas, como si Rusia y China, que no quieren saber nada de Snowden, caminaran en muñones sobre la arena internacional.

Lo que no entiende Evo es que, en principio, ningún país que no sea pichiruchi va a acoger al espía norteamericano. Y es que solo un país que no tenga ningún secreto que revelar por su intrascendencia mundial puede darse el lujo de asilar a un Snowden, ya que no puede producir uno. Esa es la razón por la que las grandes potencias se lavan las manos y no por un fantasioso alineamiento con el "imperialismo yanqui".

Finalmente, la argolla de Evo le ha hecho un desagravio en el que quiso involucrar a UNASUR. Le salió el tiro por la culata. No hubo consenso y en la foto solo están los pendencieros de siempre. Perú, Chile, Colombia y Brasil no tenían por qué comprarse un pleito ajeno fruto de prejuicios ideológicos y temeridades internacionales. Han hecho bien. Evo y sus amigos se quedaron cacareando solos. Nadie podrá decir que no fueron solidarios: se mojaron todos.