“Aló, General”
“Aló, General”

En un contexto marcado por los destapes sobre la corrupción en la Policía Nacional del Perú, cuya cúpula habría sido casi totalmente infiltrada por Pedro Castillo, siguen sucediéndose escabrosos hallazgos sobre los anteriores y los nuevas comandos de la institución.

Uno de ellos, el que acaba de revelar Perú21, sobre las comunicaciones del nuevo comandante general Raúl Angulo con los apéndices operativos de la mafia castillista, como Juan Silva, Bruno Pacheco y Beder Camacho, amerita una investigación a fondo. Más aún si lo que se ha encontrado también es una visita a la entonces premier Betssy Chávez, el día anterior al esperpéntico golpe de Estado, en diciembre último.

Porque si bien el general Angulo explicó esas comunicaciones y visitas, será luego de una meticulosa pesquisa en el ámbito de la Comisión de Fiscalización del Congreso y del equipo especial que lidera la fiscal Marita Barreto, que podremos saber si lo acompaña la verdad. De momento, no son pocos quienes sospechan que algo podrían estar ocultando esas comunicaciones con el hoy inquilino de la Diroes, o con conspicuos miembros de su entorno palaciego.

No olvidemos que su antecesor Raúl Alfaro se pintaba como un firme luchador contra la corrupción… hasta que finalmente se supo que, para manos sucias, las suyas.

Por desgracia, en el Perú no son escasos los policías que de héroes o correctos oficiales pasaron a ser villanos en el curso de una investigación periodística. No vamos a enumerar aquí la cantidad de corruptelas que, de tiempo en tiempo, empañan el desempeño y la credibilidad de la fuerza policial, debido a la conducta impropia en sus jefaturas. La frase de “reorganizar la PNP” es la más socorrida y desgastada por los ministros del Interior de las últimas décadas, sobre todo cuando llegan al cargo tras algún escándalo previo.

Lo cierto es que ninguna de esas reorganizaciones anunciadas ha logrado impedir duraderamente que se sigan presentando situaciones como las que la PNP vive hoy: sumisión acrítica de los altos mandos a los poderes de turno (aun cuando estos incurren en prácticas antidemocráticas) e involucramiento en sobornos e intercambio de favores políticos a cambio de ascensos y prebendas.

Esperemos que este no sea el caso, pero no está de más que se activen los reflectores y las alarmas.