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¿Por qué queremos un plan urbano? ¿Por qué no tenemos uno y con las justas lo mencionan los candidatos?

El mayor problema, según encuestas, es la inseguridad. Por eso vemos candidatos dándose de súper policías. Los alcaldes pueden mitigar el problema, pero no resolverlo. Con su discurso, muestran que son improvisados, populistas y poco confiables.

Lo que sí pueden y deben hacer es ordenar el crecimiento de las ciudades. Eso se hace diseñando un plan urbano. Así se identifican áreas de expansión urbana, se incluye áreas extensas para programas de vivienda social con menos precios. La ciudad tendría la vivienda cerca de la industria y el trabajo; áreas verdes y servicios. Las jóvenes parejas no tendrán que construir en el segundo piso de los padres, sino tendrán su independencia.
Las casi quinientas huacas, el mar, tres ríos, las ocho mil propiedades que mal administra la beneficencia serán el corazón del plan. Lima dejará de dar la espalda al mar y los ríos. Dejaremos de destruir huacas y casonas, o lamentar cómo las plazas son un pálido reflejo de lo que fueron y deben volver a ser.

Al definir su expansión, y eliminar la incertidumbre de la discrecionalidad mañosa de los alcaldes que tenemos, habría un boom de inversión. La zonificación a pedido, que les roba a las familias parte de su mayor activo, se acabaría. Las ciudades sonreirían.

Esta es la principal palanca para el bienestar de las ciudades, no jugar al sheriff.

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