Las marchas fueron una expresión de repudio y rechazo al gobierno de Manuel Merino. (Foto: Leandro Britto / @photo.gec)
Las marchas fueron una expresión de repudio y rechazo al gobierno de Manuel Merino. (Foto: Leandro Britto / @photo.gec)

Recientemente, vimos desfilar como en pasarela a oscuros personajes de la política –a los que la ciudadanía castigó y rechazó en el último proceso electoral– repitiendo mentiras y acusaciones espurias en contra de los medios y los periodistas que trabajamos en los diarios del Grupo El Comercio.

Esos sujetos ansían acusarnos de subordinación y falta de independencia debido a una supuesta presión gubernamental a cambio de la publicidad del Estado.

La ciudadanía debe saber que la proporción de los ingresos provenientes de la publicidad estatal en los medios impresos del Grupo El Comercio, equivale al 4 % de las ventas totales por publicidad. Cree el ladrón que todos son de su condición, por eso estas pobres gentes suponen que en estos días ocurre en el país lo que ocurría en el Perú en los tiempos de Fujimori.

Todo político o comunicador digno debería investigar y documentarse antes de hablar. Pero, al contrario, importando y plagiando poses del trumpismo, estos políticos y operadores mercantilistas, intentan encumbrarse desprestigiando a la prensa seria, recurriendo a mentecatas generalizaciones para cuestionar nuestra integridad. De hecho, vuelven a levantar el desgastado argumento de que uno de los accionistas de la empresa en la que tantos periodistas trabajamos, es actualmente objeto de una investigación en el Ministerio Público.

Nuevamente, la ciudadanía debe saber que el porcentaje de acciones del señor José Graña Miró Quesada, investigado por la Fiscalía a cargo del caso Lava Jato, y de su esposa e hijas, representa el 6.187% del accionariado total de esta empresa editora. Por lo que nunca podría mandar, decidir o editar sobre lo que los periodistas investigamos y publicamos.

La autonomía e independencia con que directores y equipos periodísticos de esta casa trabajamos, se puede constatar muy fácilmente comparando, cualquier día, las portadas de los diarios, o contrastando y tomando testimonio de los periodistas, colaboradores y columnistas que aquí publicamos.

Pero la intemperancia de quienes nos calumnian es tal que se han atrevido a acusarnos de azuzar y promover a los jóvenes que marcharon multitudinariamente contra la decisión del Congreso de vacar, en un solo día, a un presidente de la República. Una falta de respeto para todos los peruanos que, jóvenes o no, se pronunciaron en defensa de nuestra débil democracia.

Sus modos autoritarios los llevan a creer que silenciando la existencia de una protesta masiva se puede desactivar un gran movimiento social: hace décadas, y en distintas latitudes, los ciudadanos del mundo entero protestan, ya sea contra el totalitarismo comunista, en defensa de los derechos de las mujeres, contra el racismo, contra la discriminación. Si un medio decidiese soslayar esa realidad, no solo estaría faltando a su deber periodístico de retratar los hechos, sino que también estaría haciendo el ridículo en la era de las redes sociales.

Las movilizaciones de Solidaridad en Polonia y las que años después condujeron a la caída del muro en Berlín, son parte de la historia contemporánea. En el Perú, la gran movilización contra la estatización de la banca, cuando el primer gobierno de Alan García quiso hacerse de los ahorros de los ciudadanos, paró en seco al populismo. La Marcha de los Cuatro Suyos contra Fujimori o la marcha contra el caos y el costo del transporte en el Brasil, fueron determinantes para que semanas o meses después cayeran gobiernos corruptos como el de Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores o como el que en esta tierra regentaba el siniestro Montesinos. El sol no se tapa con un dedo y tanto el populismo como el mercantilismo en el Perú tendrán dificultades antes de meter la uña.