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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Quisiera pedir un aplauso para esas mamás y esos papás que enseñan a sus hijos a cocinar antes de mandarlos a la universidad. ¡Cuántas clases me ahorraría si todos mis alumnos supieran aunque sea freír una tortilla! Y es que pocas actividades cotidianas se parecen tanto a escribir una historia como cocinar. Hacer el amor también tiene algo, pero es que si les mando a leer el Kamasutra en vez de El Quijote me botan. Cortázar dijo que escribir un cuento era como montar bicicleta porque había que mantener la velocidad para lograr el equilibrio. Y creo que fue Hemingway quien comparaba el acto de teclear con el boxeo. Por eso es que él aporreaba su Underwood de pie y calato como un púgil.

Yo de boxeo no sé mucho, pero cada vez que me pongo a cocinar me dan ganas de escribir y es ahí cuando descubro los paralelos. Quien ha aprendido a picar una cebolla sabe que no es lo mismo el corte juliana que el corte pluma y, por tanto, sentirá también la diferencia entre dos palabras que significan lo mismo pero que suenan distinto. Así como el cocinero olfatea y aprieta los tomates antes de picarlos, quien escribe pronuncia las palabras para descubrir su textura y su potencia. Un escritor, al igual que un cocinero, es un equilibrista de la prisa y la paciencia. Comprende que hay personajes que necesitan macerarse antes de entrar a escena, pero sabe también que hay metáforas que de exponerse mucho se queman y nos apestan el cuento con su olor a cliché. Escritores y cocineros han aprendido a ignorar los teléfonos, pues necesitan las manos libres para agitar la historia hasta el clímax. Además, cocinar, al igual que escribir, es una ceremonia donde la locura siempre es bienvenida, porque así como un día un pescador le echó limón al pescado e inventó el cebiche, otro hombre dijo que la lagartija tenía en su cajón dolor e inventó la poesía. Pero sobre todo –y esto es lo más bello– escribir se parece a cocinar en que al final siempre hay alguien que recibe esa historia tibia y puede llenar, con las palabras que tú escogiste, un pequeño vacío interior.