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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

En 1994, cuando esta canción de Los Fabulosos Cadillacs sonaba en cada fiesta de mi adolescencia, la bailé infinitas veces: sobrio, borracho, cayéndome, convulsionando con los ojos cerrados e imitando su endemoniado redoble sobre una tarola imaginaria. Pero ni una de esas veces en que la bailé sospeché que 22 años después daría una clase inspirada en ella. La clase, por supuesto, no fue de baile porque yo bailo hasta las huevas. Fue una clase sobre el poder de las palabras. Yo no sabía que iba a hablar de la canción. Estábamos analizando diálogos y veíamos la memorable escena de True Romance en la que Christopher Walken y Dennis Hopper conversan. Walken es un sicario siciliano y Hopper un policía cuyo hijo ha robado al sicario una maleta con medio millón de dólares de coca. El sicario intenta que el poli confiese dónde carajo está el hijo pero el poli no habla, así que los matones del sicario le cortan la mano. El policía entiende que su muerte es inevitable así que se calma, le pide un pucho al sicario y dice que va a contarle algo. Pero no le dice nada del hijo ni de la coca. Le cuenta la historia de los sicilianos. Le dice que antes los sicilianos eran rubios y de ojos azules hasta que un día los moros (que son negros, aclara) los invadieron y follaron con tantas sicilianas que cambiaron la raza. Le dice: "Es increíble, para mí, cómo después de cientos de años ustedes todavía llevan ese gen negro. Porque tu tátara tátara tátara abuela se tiró a un negro y por eso tú eres medio berenjena". Ahí todos se cagan de risa, el sicario se para, lo besa y lo revienta a balazos, pero eso ya no importa porque el poli lo ha matado para siempre con su historia. Esta es solo una película, les digo, pero hay gente de verdad que murió así, salvándose. Y de eso habla Matador, de Víctor Jara por ejemplo, cuyas canciones seguirán vivas cuando a su sicario Pinochet se lo hayan comido los gusanos. Así que si un día algo los amenaza, escriban sobre ello. Escriban y canten con los Cadillacs: No tengo por qué tener miedo, mis palabras son balas.