(MarioZapata/Perú21)
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Al psicólogo pregunté: ¿por qué no queremos que otros sobresalgan? ¿Qué produce el deseo de emparejarnos hacia abajo? ¿Qué impide disfrutar el éxito ajeno? “La envidia es un sentimiento tóxico que surge al desvalorizarnos. Hay que gestionarla: A mayor autoestima, menor envidia”. Así de simple es y así de duro es enfrentarla en la mente.

“El problema de América Latina es psicológico y mental y depende de cada quien”, apunta Gloria Álvarez en ‘República vs. Populismo’. No hay atajo. Como se dijo en La lista de Schindler (1993), “quien mata una vida, mata mil vidas y quien salva una vida, salva mil vidas”. No vamos a avanzar en este continente si se aplasta al individuo en nombre del pueblo o si se anulan sus derechos a la vida, la propiedad o la libertad.

El victimismo da paso al populismo. Nos enseñan a ser víctimas, nos destruyen la autoestima y nos derivan a la envidia. En palabras de Álvarez: “El populismo quiere tanto a los pobres que los multiplica”.

La víctima cree que vino al mundo a ser miserable. Que si sus papás fueron alcohólicos, tiene que serlo. Que si su mamá fue prostituta, tiene derecho a ser misógino y machista. Que si vivió en un barrio de pandilleros, tiene derecho a robar. Es inseguro y tiene pánico al riesgo, sobre todo al económico, refuerza Álvarez.

¿El 70% informal del Perú se está salvando? Puede que no haya recibido educación, pero eso incluye que no le han enseñado a ser víctima. No paga impuestos, pero tiene empresarios que creen en sí mismos. Está marginado, pero también de la maraña de leyes. ¿Qué nos queda entonces? ¿Ser optimistas?

Embaracémonos de aprecio por el otro, arranquémonos la envidia y la victimización y elijamos ser “almas grandes”, promoviendo todo ello por nosotros mismos.

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