Pido la paz para esta guerra. (Foto: Rolly Reyna)
Pido la paz para esta guerra. (Foto: Rolly Reyna)

Los peruanos despertamos hoy sabiendo que los días próximos serán inciertos, convulsos y quizá violentos. Con el país en una parálisis que escala, el gobierno de Martín Vizcarra anticipa una cuestión de confianza sobre el proyecto para adelantar las elecciones. Una salida así, si el Congreso rechaza la confianza, esfuma el adelanto tal como lo ha planteado Vizcarra y le daría la facultad de disolver el Congreso. La calle aplaudirá de pie, habrá juerga y fiesta nacional, pero la resaca no se curará hasta diciembre, cuando elijamos nuevos congresistas que completen el periodo hasta 2021. Sin Congreso no hay paraíso; al menos el que Vizcarra anunció, pues deberá quedarse hasta el bicentenario.

Con una marcha anunciada para esta semana, el Congreso de Pedro Olaechea alista más de una moción de vacancia. La incapacidad moral es un cajón de sastre, así que la pueden plantear por Chinchero, Tía María o por lo que quieran. Esta otra salida sería como juntar Cuatro Suyos, ‘Baguazo’ y el Tambo en una sola concentración con turbulencia social incalculable. No se trata de ignorar a la calle, ni de democracias plebiscitarias. Es urgente encontrar la salida más realista, entendiendo el rechazo a esta clase política.

No hay diálogo posible entre dos poderes mostrándose los dientes. No hay relación a futuro que quepa entre el Ejecutivo y el Legislativo después de este enfrentamiento. Quien diga que esta crisis no es como la de 2000, diciendo con ello que las cosas son realmente graves solo si se desmorona un Banco de la Nación, no está percibiendo que si las cosas siguen en este punto, lo que va a desmoronarse es el Estado y sus instituciones. No hay diálogo, solo salidas. Vizcarra y Olaechea deben acordar las suyas y, constitucionalmente, adelantar las elecciones. Irse en paz para acabar esta guerra.

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