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Redacción PERÚ21

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Juan Claudio Lechín,Desde New YorkAnalista político

Podrá parecer que hablar de un "modelo cubano" linda con lo fantasioso. Para los adeptos al régimen cubano —porque lo sirven o lo adoran—, el castrismo es una maravillosa utopía; y para sus enemigos liberales se trata de un fracaso económico.

Ambas miradas se basan en posiciones ideológicas y en expectativas más que en realidades. Para los adoradores de la revolución cubana, se puede constatar que, luego de 50 años de régimen, no hay evidencias de avance alguno hacia la maravillosa utopía social. Para los detractores, debo decir que no hay fracaso económico pues Castro nunca pretendió que hubiera un triunfo económico. Y los triunfos o fracasos dependen del objetivo trazado por el emprendedor. Lo que Castro buscó con su revolución fue apoderarse política y militarmente de Cuba (y lo logró), y quiso hacer creer, en ese proceso, que era un santo redentor (y lo logró). O sea, Fidel Castro es un triunfador. Perverso, como un violador que consigue su cometido, pero finalmente triunfador pues cumple con su objetivo. Cincuenta años de una dictadura exitosa (pues se ha mantenido a pesar de los vaivenes), ha usado esta experiencia para convertir a su régimen en una eficaz empresa político-militar, altamente vinculada a distintos delitos: narcotráfico, asesinato, represión, espionaje. Un impecable sistema de propaganda, a nivel internacional, le ha permitido esconder su horrenda naturaleza, a tiempo, de mostrar un rostro benévolo, a tiempo, de desprestigiar a sus oponentes o detractores.

Cuando se acabó el bloque socialista, Cuba utilizó su expertise político-militar y de propaganda (invasiones en África, guerrillas en toda América Latina, desestabilización de gobiernos, espionaje excepcional a nivel mundial, según Brian Latel y otros) para diseñar un modelo cubano para penetrar América Latina, y recuperar su decaimiento económico y político. Empezó por alquilar, dizque por motivos humanitarios a sus médicos, profesores y deportólogos, todos ellos en función de espionaje, penetración, y desestabilización política, y lo ha hecho en favor de sus clientes o asociados en distintos países. Son los casos de Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, López Obrador en México, Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Lugo en Paraguay, Zelaya en Honduras, Humala en el Perú y últimamente Bachelet en Chile. En el siguiente artículo seguiremos con este interesante y peligroso modelo muy exitoso en el continente a partir de destruir la institucionalidad democrática y de quebrar las conquistas liberales del pueblo: las libertades. (continuará)