Ministerio Público
Ministerio Público

Cada vez más nuestro país está convirtiéndose en una organización política y social de pequeños o grandes feudos. Cotos donde nada ocurre de acuerdo a lo que corresponde al conjunto del Perú, menos a la estructura democrática.

En esta coyuntura, el Ministerio Público adolece de un criterio y manejo feudales. Oh sorpresa, nos enteramos recientemente de que los casos de corrupción no tienen vasos comunicantes entre los fiscales encargados de perseguir este nefasto delito.

En cristiano, lo que ven los ciudadanos es que cada fiscal procede según su criterio, sin rendirle cuenta al país y menos al fiscal de la Nación, quien ha declarado que los fiscales son absolutamente autónomos en sus investigaciones. La cabeza de esta institución no puede intervenir ni sugerir nada de nada en los casos de ominoso robo al Estado.

Los ciudadanos –que pagamos emolumentos y actividades del sector público– somos más minúsculos aún. Y el Congreso, el llamado primer poder del Estado, es peor que entenado. Solo molesta. Si los fiscales no informan o no acceden a entrevistas con la prensa, no podemos saber en qué está la investigación al presidente de la República. La mayoría –según las encuestas– piensa que actuó indebidamente al hacer operar a sus empresas, beneficiándose, cuando él ocupaba cargos públicos.

Pero nos dicen que el fiscal a cargo del caso PPK tiene su estrategia. Nadie sabe cuál es, solo vemos lentitud y todos estamos hartos de que nuestro país viva, duerma y despierte con lo que dirá Jorge Barata, o si el socio de PPK lo visitaba asiduamente cuando fue premier. O si, en suma, se benefició con negocios hechos cuando ocupaba importantes cargos públicos.

La sensación general es de desconfianza. Del presidente y de su probidad, del Ministerio Público y del Poder Judicial. Además nos acompaña un inmenso hartazgo. Estamos al vaivén de lo que decida cada fiscal y si a usted no le va, pues fastídiese.

Todos nos horrorizamos con las imágenes de un infeliz y violento tipo que arrastraba a Arlette Contreras en Ayacucho. La Sala Penal que juzgó al ‘macho’ se guió por su criterio… feudal y lo absolvió. No vimos lo que vimos, nada ocurrió.

Este modus vivendis feudal anima también a la política nacional. Los partidos se dividen formando ínsulas en el Congreso. En el Ejecutivo igual, cada ministro tiene su dominio y el presidente su ritmo. Lo mismo ocurre con los gobiernos municipales. Creen que pueden hacer y deshacer, perjudicando y/o robando sin rendir cuentas a nadie, como los señores feudales.

Un Perú disgregado solo provoca parálisis nacional y lamentablemente hace realidad ese bochornoso dicho: “Bienvenido a la república peruana, donde todo el mundo hace lo que le da la gana”.