Posteriormente, el Perú alcanza una posición fiscal bastante más sólida y nuestra capacidad de pago se reflejó en que alcanzamos una calificación de riesgo que hizo posible que financiemos las obras públicas con recursos provenientes, ya no de organismos multilaterales, sino directamente del tesoro público y del financiamiento proveniente de los mercados de capitales internacionales. En este escenario, las obras públicas se licitan, contratan, ejecutan, supervisan y se pagan siguiendo los procedimientos y las normas de transparencia del Estado peruano. Como nuestra fortaleza macroeconómica no vino acompañada de la misma fortaleza logística en el aparato del Estado, la corrupción evolucionó y creció, como hemos visto, muy vinculada a las obras públicas. Es decir, muy vinculada a la disponibilidad de recursos, a la poca transparencia de los procesos de contratación y a las referidas debilidades logísticas del Estado peruano.