Las autoridades no se ponen de acuerdo sobre el bloqueo de celulares robados. (Foto: GEC)
Las autoridades no se ponen de acuerdo sobre el bloqueo de celulares robados. (Foto: GEC)

Los límites entre el trabajo y el hogar son cada vez más difusos, sometiéndose ambos espacios a la ejecución de tareas simultáneas, cuantificadas y sometidas a interrupciones permanentes. Nuestra mente, en esas condiciones, hace una especie de zapeo inidscriminado. Pero, cuidado, no es que hagamos varias cosas a la vez, como al zapear no vemos varios programas a la vez, y cada salto de una tarea a otra —por más que la duración sea brevísima— exige un reenganche costoso para el cerebro.

Pero, ¿en qué usamos nuestro tiempo, muchas veces sin darnos cuenta?

Paseamos nuestra mirada por alguna de las pantallas que llevamos en la mano o tenemos en alguna mesa. Por ejemplo para ver qué ocurre en el mundo, digamos una ojeada a los titulares, no vaya a ser que algo decisivo haya pasado desde la última vez, probablemente, hace unos minutos, que hicimos una revisión de la actualidad. ¿Hay que estar informado, no?

Poco importa que la suma de “lecturas” acumuladas sea una pérdida de tiempo ya que, por un lado, es poco probable —más o menos como recibir el premio mayor cada vez que bajamos la palanca de una máquina en el casino— que haya ocurrido algo significativo; y, por el otro, que no profundizamos ningún tema. Seguramente una lectura tranquila al final del día aportaría mucho más a nuestra cultura y tomaría menos tiempo.

Lo mismo ocurre con los mundillos de las vidas ajenas, tanto de aquellas con las que tenemos contacto real, como las de otros que llaman nuestra atención por diversas razones aunque nunca conoceremos. La incursión permanente en las redes sociales quita tiempo y energías, añade ansiedad —la comparación permanente es inevitable— y dispersa nuestra atención de maneras poco productivas, reduciendo creatividad y aumentando la posibilidad de errores en aquello que es nuestra actividad principal, ya sea en el hogar o en el trabajo.

Todas las investigaciones neuropsicológicos y la experiencia de los especialistas en salud mental, indican que poner límites y ejercer autocontrol, dejando lapsos especiales a la conectividad, es muy importante.

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